lunes, 5 de marzo de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA 
HOMENAJE AL MAESTRO  JULIO CÉSAR PORTILLO LÓPEZ
La delegación del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en la que estuvo afiliado el maestro Julio César Portillo López y quien falleció el pasado 30 de enero en Chilpancingo, le ofreció un homenaje con la presencia de su familia, habiendo sido su hermano, el destacado licenciado Víctor Hugo Portillo López quien agradeciera a los sindicalistas la deferencia.
Héctor Contreras Organista fue invitado por los familiares del mentor desparecido a expresar unas palabras sobre su interesante trayectoria profesional, y son las siguientes:
Nacido en el seno de una familia donde la humildad, la dignidad, la constancia en el trabajo y en el estudio son los requisitos y las condiciones de esfuerzos para conquistar la Tierra Prometida, Julio César Portillo López, bajo el consejo, la protección y guía de los abuelos supo ser eso y algo más, la esperanza, como se dio en sus demás hermanos, que habría de conquistar estadios de vida exitosos, los que siendo niño cultivó en Xochipala, su nido de águilas, su
cuna, para, ya joven, abrevar con entusiasmo en la académica gloriosa de Ayotzinapa, desde donde partió, ya convertido en maestro normalista, para sembrar la semilla del saber en los distintos pueblos y ciudades donde el destino le transformó en hombre de bien, en profesionista admirable y a quien esta mañana, por méritos propios, le recordamos con emoción en un homenaje digno y merecido.
Si se tratara de definir su vida en una sola expresión, no dudaríamos en afirmar que todo lo pródigo que fue en la enseñanza, es el tatuaje en el corazón que distingue a un gran maestro, como él.
Un maestro suyo, con la sabiduría que delata a los visionarios, fue quien lo apoyó para que ingresara a la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa.
Lleno de esperanzas y sueños, como casi todos quienes así han llegado a esa
institución en la búsqueda de ser alumnos, así llegó Julio César.
Con el corazón lleno de gratitud platicaba con orgullo haber sido el número 7 de la amplia lista de aspirantes para Ayotzinapa.
Y con esa misma dosis de amor a la educación explicaba que tal vez por la alta puntuación con la que egresó, no fue destinado a ocupar plaza de maestro en otros estados de la república, sino que se quedó en Guerrero.
De entre su charla, llamaba poderosamente su expresión: “A Ayotzinapa entré siendo niño y salí hecho hombre”.
Y ese hombre entusiasta, lleno de esperanza partió, decía:  “a trabajarle a mi patria, no al gobierno, que quede bien claro, siempre a mi patria, con mucha dedicación y con deseos de prepararme para enseñar y enseñar bien; a mí siempre me mortificó eso: saber qué iba a enseñar”.
Podemos reflexionar y tal vez definir en estas breves pero muy valiosas expresiones suyas al verdadero maestro cuyo único interés es la educación, la enseñanza a la niñez y el amor a la patria.
Su primera plaza de maestro fue en Acapetlahuaya, adonde lo mandaron para cubrir por unos meses un faltante hasta que llegara el titular, porque no tenía derecho sindical.
Después su destino fue Ixcatepec, municipio de Teloloapan y de Arcelia, porque ahí está dividido.
El primer pueblo que le tocó fue Lagunita y luego Zumpango, hacia el lado de Arcelia.
Decía que son pueblos hermosos, maravillosos. “Al maestro lo tratan muy bien, de tal manera que cuando me salía de esos pueblos ni les avisaba porque no me iban a dejar salir”.
Al solicitar su cambio y se lo dieron, decía que para su fortuna lo mandaron a Xochipala, su pueblo; “y fuimos a hacer labor”, expresaba complacido.
En ese tiempo estaba en Chilpancingo la Normal Superior, todos sus compañeros eran de la Normal Superior, y se preguntaron ¿Por qué no fundar una Secundaria?
La formaron repartiéndose la enseñanza: Sociales, Química, Danza, se repartieron el trabajo y ahora ya es una Secundaria Federal, pero en 1975, cuando se fundó, era particular y han egresado muchos alumnos quienes ahora son profesionistas bien preparados.
Lamentaba que actualmente Xochipala ya no produce profesionistas, produce puro esclavo asalariado en los Estados Unidos. Decía que “nada más esperan terminar la Secundaria o Bachilleres, y se van a Estados Unidos, pero profesionistas ya no tenemos”.
El maestro Julio César estuvo siete años trabajando en Xochipala y ahí se casó “con una hermosa xochipalteca que tiene tres hermosos hijos míos, bellísimos mis hijos; uno es contador, la otra es doctora, el otro es abogado y tengo la fortuna de ser bendecido por Dios en todo, en el trabajo sobre todo, y de ahí me vine a Chilpancingo en el año 80 y tuve la fortuna de llegar a Mazatlán, turno vespertino y digo: ¿qué hago? Me metí de taxista porque al llegar a Chilpancingo ya tenía la pensión alimenticia de mis hijos y leo en el periódico que en el Centro Escolar Chilpancingo solicitaban un maestro de Sociales, y ese era yo, y voy y me pregunta la directora: ¿Quién lo recomienda? Le digo: Me recomiendo yo solo. Me dice: Así no puede entrar. Le pedí que me dejara entrar un mes, si le parece mi trabajo me quedo y si no, no me debe nada. Y no me quedé un mes, me quedé diez años trabajando en el Centro Escolar Chilpancingo”.
También explicaba que “de Mazatlán me mandaron a Petaquillas y de Petaquillas a Chilpancingo y sin necesidad de hacer menesteres sindicales llegué bien y me mandaron a la escuela ‘Nicolás Bravo’ y ahí estuve trabajando veinte años, y para cerrar mi círculo, dije: voy a cerrarlo como empecé, con los campesinos, y entonces hice una permuta hasta Tlacotepec y me fui dos años, y terminando ese ciclo me jubilé, en 2005”.
Es esa, a grandes rasgos, la historia de un maestro que no dejó nada pendiente con su profesión, la enseñanza, y que Julio César Portillo López forma parte importante de la legión de maestros que han dado Gloria a su profesión y al estado de Guerrero.
Agradezco la fina y considerada invitación del señor Licenciado Víctor Hugo Portillo López y de su familia para participar en este muy merecido homenaje al maestro Julio César Portillo López.
Muchas Gracias.

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