lunes, 30 de abril de 2018

ARTÍCULO

Los quehaceres del hogar
Apolinar Castrejón Marino
Comadre, vamos a cenar, o a tomar un café.
Órale comadre al rato, en mi casa.
No comadre, hay que ir a un lugar bonito. A mi me gusta que me atiendan. Siempre estamos nosotros haciendo la comida, y todos los quehaceres de la casa.
Pues si comadre, también merecemos que nos atiendan ¿Verdad?
Con esta conversación, unas señoras de un pueblucho llamado Chilpancingo, sintetizaban la situación que viven las mujeres de nuestro país. Es de lamentar que sea en tono de reclamo, y es fácil ver que es un planteamiento por demás egoista. Vamos por partes.
En la vida cotidiana hay cosas indispensables como, dormir, comer, y ponerse ropa. No sabemos de nadie que pueda vivir sin hacer estas cosas, al menos, las dos primeras. Y en torno de estos requerimientos vitales, hay una gran canti
dad de actividades –que todos adiamos– y a las que llamamos, quehaceres domésticos.
A sabiendas de que vamos a meternos en un tema muy espinoso, vamos a hacer la pregunta: ¿Quién realiza esos quehaceres?
La percepción generalizada es que son tarea de las mujeres, y esto es lo que las tiene muy inconformes: con sus esposos, con sus hijos, con la sociedad, y con el mundo entero.
No obstante, en este razonamiento, solo la mitad puede ser cierta. Porque pueden estar inconformes y enojadas con sus esposos y con sus hijos, pero ¿La sociedad y el mundo, que culpa tienen?
Otra apreciación poco acertada, es que las mujeres tienen como maldición, el monopolio de hacer los quehaceres. Y ewsto sería motivo de una buena discusión, mas como seguramente el INE se negaría a organizar un debate, nos conformaremos con pasar lista a algunas evidencias empíricas:
Puede ser que en las zonas rurales, las sociedades agrícolas dependan aún del reparto del trabajo por sexo, y por capacidad física, es decir, los hombres cultivan la tierra, mientras las mujeres y los hijos realizan los quehaceres en el hogar.
Pero, si las mujeres campesinas están muy inconformes con esta distribución, bien podrían proponer a sus maridos un cambio de rol. Sin embargo, antes de que vayan a confrontar a sus maridos, deben de tomar en cuenta, que de ninguna forma, y en ningún lugar, van a escaparce de los quehaceres.
Porque los hombres también se encargan de los quehaceres que requieren los animales que utilizan en las fahenas del campo. Los burros, los caballos, los weyes, las vacas y algunos otros seres cornópitos y de pezuñas que utiliza el campesino, deben ser encerrados, o amarrados para que no se escapen, y para que tengan fuerza para el trabajo.
Hay que darles de comer, darles agua y tener preparados sus aparejos como: fustes, riendas, frenos, yugos, etc. etc. Hecha esta advertencia, creemos que los hombres del campo, no se opondrán a que las mujeres se trinquen con los animales para arar, y se pasen unas 8 horas al rayo del sol, en el surco.
No es por mortificarles la vida, pero en las grandes ciudades, conocemos infinidad de jovenes y adultos, hombres y mujeres, que viven solos, y realizan sus quehaceres.
Los jovenes provenientes de pueblos pequeños, para estudiar o trabajar, rentan un cuarto individualmente, o se juntan con otros jóvenes, amigos, compañeros o pareja, para afrontar los gastos….y los quehaceres.
Desde luego, comprendemos que los quehaceres del hogar nunca terminan. Sacudir, barrer, organizar, arreglar las habitaciones, lavar ropa, planchar, cocinar, atender a los niños. Y sin darse cuenta se termina el día, y comienza todo otra vez.
Entre tantos afanes, podría parecer como si las amas de casa estuvieran echando su tiempo a un agujero negro, que las consume y no les devuelve nada a cambio. Pero en medio de este conflicto existencial, debemos de tomar en cuenta que son las mujeres, quienes tienen en sus manos la solución ¿Cómo?
Pues hasta hace algunos años, nuestras madres repartían oportunamente las tareas domésticas por edad, por capacidad física y hasta por necesidad. Y en algunos lugares rurales, así continúan haciéndolo hoy en día.
La madre empieza el día preparando los primeros alimentos, mientras los hijos al levantarse ordenan su cuarto y tienden su cama, luego ayudan en la preparación de la mesa, y se sientan todos a desayunar o a almorzar.
Más tarde, la madre limpia y ordena toda la casa, y procede a preparar la siguiente comida, mientras los hijos “hacen los mandados”, ayudan en tareas diversas. Ocasionalmente, ayudan al padre en sus tareas.
Pero en las zonas urbanas, los niños y jóvenes han adoptado algunas estrategias para evadir los quehaceres. Las chicas, se van al gimnasio, porque en la actualidad, es obligado el cuidado de la salud y la figura.
Por su parte, los varones de cualquier edad se levantan muy tarde, invadidos de modorra y desgano, porque la noche anterior, se durmieron muy tarde, por estar jugando o “chateando” por teléfono. 
Luego, el resto del día se la pasan en la computadora o el teléfono, pretextando que están estudiando, aunque en realidad se la pasen en su Facebook ¿La prueba? Sus bajas calificaciones, o su muy escaso conocimiento de temas educativos.
¿Y las madres? Pues se dejan engañar fácilmente, y en el peor de los casos, se pasan el tiempo haciendo lo mismo.

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