martes, 17 de julio de 2018

ARTÍCULO

Bibliotecarios en
peligro de extinción
Apolinar Castrejón Marino
La profesión de bibliotecario es una actividad que ha gozado de reconocimiento y prestigio por parte de la sociedad. Contrario al interés que parece conceder el gobierno, al uso del libro y la práctica de la lectura.
En la actualidad vemos que la biblioteca es un lugar de reunión de los jóvenes, de los maestros, y de los políticos. Pero no es que vayan a leer. Los jóvenes asisten, armados con su Lap-Top, porque quieren conectarse a la corriente, y utilizar la red de Wi-Fi de la biblioteca.
Por su parte, los “mal llamados maestros” van a la biblioteca a realizar sus reuniones “académicas”. Ah y también son unos “muertos de hambre”, que no quieren consumir la electricidad de su casa, y van a utilizar la energía eléctrica de la biblioteca para sus Lap-Top -las cuales deberían llevar convenientemente “carga
das”- y todavía, van a “cargar” sus teléfonos celulares y sus “tablets”.
Ninguno de estos usuarios hace uso de los libros, ni lee. Es más, no tienen ningún respeto por las (pocas) gentes que aún asisten a leer y cultivarse.
Si usted asistiera a la biblioteca con intención de leer una buena obra, o una revista, o un periódico, seguramente no podría hacerlo, por las risotadas, las conversaciones en tono fuerte, y el ruido de sus teléfonos celulares, que con su conducta, revelan claramente que mientras fueron “estudiantes”, nunca asistieron a estudiar a la biblioteca.
¿Y los bibliotecarios? Pues la normatividad oficial dice que no les pueden llamar la atención a los impertinentes, por esa mala interpretación imperante de “libertades” y acceso a las nuevas tecnologías.
La funcionaria de bibliotecas Ada Myriam Felice Soto, dictó una ponencia “La biblioteca pública, sociedad de la información y brecha digital”, expuso que “En las sociedades que proclaman ser democráticas, la exclusión o marginación de cualquier grupo o sector, contradice o niega los principios más elementales de equidad y justicia social”.
Hoy en día, tenemos en México una Red Nacional formada por 7,427 Bibliotecas Públicas, considerada como la más grande de América Latina, que proporciona servicios bibliotecarios gratuitos a más de 30 millones de usuarios anualmente.
En la práctica, son lugares casi vacíos, debido a que los niños y jóvenes tienen en su casa, computadoras e internet para hacer sus tareas e “investigaciones”. Con el actual ambiente de inseguridad, las mamás y papás también están más tranquilos de tener a sus hijos en casa.
Entonces, pareciera que los bibliotecarios son profesionistas que ya no son necesarios, y se encaminan a su extinción. Quizá el nuevo gobierno extienda su influencia a las entidades y a las instituciones para que la educación retome a la lectura como la práctica obligada y necesaria para el aprendizaje.
Y para que las relaciones laborales sean conscientes de que todo empleado requiere un sentimiento de dignidad. Saber que su trabajo es significativo, sin importar su nivel jerárquico o categoría. Debe tener la seguridad de que cuando desee expresar una opinión, sus jefes respetaran el compromiso de escucharlo y tomar en cuenta lo que diga.
Luisa Mireya Carbonell Arreaza. Anavel Guardado Medina. Rosa Elena Ramírez. Isela Vargas Valencia, destaca que los jefes tienen el compromiso de mantener una comunicación constante y fluida, con el diálogo directo en las áreas de trabajo, haciendo a un lado los rumores, y las conversaciones en lo oculto.
Todos podemos percatarnos que en el sistema decadente de burocratismo e influyentismo, los gobernantes se han dedicado alegremente a colocar a recomendados, amigos y familiares en puestos directivos aún que no tengan ningún perfil académico.
Y entonces, las bibliotecas navegan en la indefinición, olvidándose de que su misión es apoyar a la gente en sus estudios, en su trabajo y en cualquier actividad a la que dedique su tiempo y su interés. 
Debe ofrecer servicios de calidad, acceso a los servicios digitales a las personas de escasos recursos económicos, o que vivan en zonas marginales, para que no se queden sin aprovechar las nuevas tecnologías de información y comunicación.
Según el calendario cívico nacional, el 20 de julio de cada año, debe celebrarse el día nacional del bibliotecario. Y así lo hacen algunos gobiernos que han establecido por ejemplo El Día del Bibliotecario Oaxaqueño, el Día del Bibliotecario Chihuahuense y el Día del Bibliotecario Tamaulipeco.
Tales gobiernos hacen mención pública de su antigüedad y servicios prestados y otorgan reconocimientos y estímulos económicos a sus bibliotecarios. No así, el gobierno del Estado de Guerrero en donde los mismo bibliotecarios se auto festejan el 30 de septiembre con una comida, un bailongo y harto chupe.
Felicitaciones a nuestros amigos bibliotecarios.

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