martes, 28 de agosto de 2018

ARTÍCULO

Los lloriqueos
de los priistas
Apolinar Castrejon Marino
Dice el refrán popular  “…andan por ahí llorando como mujeres, lo que no supieron defender como hombres”. Y esto se aplica bien a los priistas de cualquier nivel a quienes les dieron una tunda, el pasado 1 de julio dejándolos completamente noqueados.
Como usted sabe, perdieron gubernaturas, y congresos locales. También los dejaron muy disminuidos en la cámara de diputetes y de senadores, dejándolos en calidad de minipartido.
En el estado de guerrero, el ex presidente del PRI, Heriberto Huicochea, que se auto designó una diputación plurinominal, anda por ahí reclamando la sobre representación que tendrá el partido Morena en el Congreso local, y aduce que esto va en contra de los principios democráticos de nuest
ro sistema político.
Olvida este respetable señor, que el 4 de julio de 1976 las boletas para elegir al Presidente de la República solo tenían el nombre de José López Portillo, amparado bajo las siglas del PRI. También vale decir que el PAN  no lanzó ningún candidato.
Hugo Cervantes del Rio, que era Secretario de la Presidencia; Augusto Gómez Villanueva, Secretario de la Reforma Agraria; y Porfirio Muñoz Ledo, Secretario del Trabajo; decidieron dejarle el camino libre hacia la presidencia a quien era Secretario de Hacienda, Don José López Portillo.
Luis enrique Bracamontes, de Obras Públicas; Carlos Chávez Betancourt, Director del Seguro Social;  y Mario Moya Palencia de Gobernación, se doblegaron a la disciplina de partido, para apoyar a quien fue amigo desde la infancia del Presidente en funciones, Luis Echeverría.
El 25 de septiembre de 1975, el PRI realizó su Convención Nacional Ordinaria número 5, durante la cual, los sectores en su conjunto, designaron como su candidato a la presidencia a López Portillo. Y el con su magnanimidad que lo caracterizaba, aceptó la candidatura con estas palabras:
“Acepto la bandera de la Revolución Mexicana en el proceso electoral. La tremolaré después en el pacto social que, desde ahora, acepto con todos los mexicanos, a través de los priistas que aquí representan a todos los partidarios de las causas de la Revolución Mexicana”.
Un mes después, el 5 de octubre, ante los 3 sectores que representaban a su partido, la Confederación de Trabajadores Mexicanos, la Confederación Nacional Campesina, y la Confederación de Organizaciones Populares, rindió protesta como candidato oficial. Ahí afirmó que amaba entrañablemente a su patria, que creía en ella, y que la causa del pueblo, era la de su partido.
Era famoso por su elocuencia, aunque en realidad solo armaba pequeños retruécanos, como el discurso que pronunció en tal ocasión: “Ciudadanos del Partido, tenemos un camino: la justicia por la libertad, la tarea es convencer, para vender con el voto de las mayorías, capacitar para participar, y participar para compartir, todo ellos es expresión de nuestra democracia política y social ¡Viva el PRI! ¡Viva México!”.
La corrupción ya era señalada como uno de los mayores problemas del país, y convenientemente, López Portillo adoptó el lema de campaña: “La solución somos todos”. Aunque en poco tiempo, la picardía de nuestros compatriotas, cambió la frase por otra más realista: “La corrupción somos todos”.
Para esa elección el PRI utilizó la mejor tecnología. En sus oficinas de la calle de Lafragua, instaló una enorme computadora que registraba al instante cada voto emitido en el país, por su candidato. Según sus cuentas, 17 millones de mexicanos votaron por López Portillo.
Con el mayor cinismo, muchos años después, declaró que tuvo la desazón de ser el candidato único. “De tal manera que con que hubiera votado mi mamá por su hijito Pepito, hubiera yo ganado”.

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