jueves, 16 de agosto de 2018

ARTÍCULO

Inseguridad, talón de
Aquiles del Estado Mexicano
Esteban Mendoza Ramos
(II)
El problema de la violencia en México y en Guerrero está sobre diagnosticado. Inseguridad, talón de Aquiles del Estado mexicano (II)
Las causas, próximas y lejanas, son claras. El paso siguiente es elaborar una estrategia integral para, en un primer momento, contenerla, y enseguida combatir los motivos más profundos, que incitan, promueven, toleran, la violencia. Lo contundente es que todos los especialistas coinciden en señalar que el asunto no tiene solución, no por lo menos en el corto plazo, que serían cinco añ
os.
 ¿Qué hacer?
¿Qué hacer si los causantes de las muertes, los secuestros y las extorsiones están sordos? Eso descarta un diálogo constructivo con esos grupos. Luego entonces, la única medida posible es la utilización de las fuerzas del orden para prevenir, perseguir y sancionar los delitos, en un primer plano. El segundo paso es detectar, por medio de los servicios de inteligencia, el grado de penetración de las organizaciones criminales dentro de las instituciones, de los tres poderes y de los tres niveles de gobierno.
Expulsar de sus entrañas a los grupos delictivos es una tarea prioritaria para las instituciones nacionales, porque en mayor o menor medida, ahí están. En esta cadena de acechanzas, las alcaldías son el eslabón más vulnerable y, por lo tanto, es donde debería comenzar la tarea de la pacificación del país. Presenciamos los asesinatos de presidentes municipales en funciones, electos y aun siendo candidatos. Plata o plomo, era una ley de la delincuencia; ante su empoderamiento, ahora simplemente ofrecen plomo.
En Guerrero viviremos una nueva etapa política, pero todo lo demás está desvencijado. Y los nuevos actores políticos deberán estar a la altura de las circunstancias para en verdad hacer historia; escribir una nueva historia, donde todos seamos protagonistas desde nuestras trincheras, sin miedo, sin zozobra, ni incertidumbre. Todos los ciudadanos en Guerrero tenemos una historia negra que contar. Hemos visto caer, abatidos por las balas, a gente cercana, amigos, conocidos y familiares. En el peor de los casos, jamás se ha sabido de ellos, o aparecen hechos pedazos.
Guerrero, junto con Tamaulipas, Chihuahua, Guanajuato y Sinaloa, deben ser las entidades donde deberán enfocarse los esfuerzos de este y del futuro gobierno, porque en estos momentos son los estados que aportan un 30% de los homicidios dolosos, incluidos ataques feroces a policías y militares. Es cierto que la violencia tiene muchas causas; sin embargo, debemos combatir lo más inmediato, que es la actuación descarada y abierta de los sicarios, quienes, seguros de que no serán atrapados, cometen sus fechorías a plena luz del día y en reiteradas ocasiones.
Es preocupante y hasta sospechoso, que a ningún capo guerrerense la justicia lo haya alcanzado. Disfrutan de su zona de confort en sus bien cuidados feudos. En Chihuahua se recrudeció la violencia, pero ya atraparon al “SEXTO O SIXTO”. En la Ciudad de México, la Marina acabó con la carrera criminal de “el Ojos” y acaban de atrapar a el “Betito”. Y en Guerrero nada. Todo empeora, porque las víctimas inocentes, niños y mujeres, se multiplican, a pesar de los cientos de policías y militares desplegados en los municipios conflictivos.
El Estado mexicano tiene la fuerza suficiente para acabar con los principales grupos delincuenciales, pero ha faltado la voluntad política para someterlos a niveles socialmente tolerables. Pareciera que la violencia está en nuestra sangre y si así fuera, es momento de expulsarla en forme definitiva y dejar para los compositores de corridos los alardes de valentía y fiereza. La contención de la violencia es una condición indispensable para abrir márgenes de maniobra y poder atacar una por una las causas de fondo.
Abatir el rezago educativo, implementar medidas contra la pobreza y la marginación; fomentar inversiones productivas, requieren condiciones mínimas de seguridad y certeza jurídica. Es necesario abandonar la idea romántica de que la solución a la violencia vendrá solamente a través del diálogo. El Obispo Rangel Mendoza lo ha intentado y muy poco ha logrado. Se requiere una estrategia integra, es cierto, pero sin dejar de lado la utilización legal de las fuerzas armadas.

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