jueves, 6 de septiembre de 2018

ARTÍCULO

Linchamiento en Acatlán
Edilberto Nava García
Por los medios de comunicación, quizá millones de personas nos enteramos de los sucesos registrados en Acatlán de Osorio en el vecino estado poblano, en los cuales mediante la instigación y el azuzamiento brutales, dos humildes varones hijos de Dios les fue arrebatada la vida sin misericordia alguna.
Y nos preguntamos desde el momento mismo de la información, la razón de la barbarie, los alcances de la manipulación y del poder real y la presencia ficticia de la autoridad, sin impor
tar su nivel. A tanto ha llegado la deshumanización o a tal grado ha llegado la desesperación y la desconfianza en la autoridad, como para hacerse justicia de propia mano, aun sin la certeza de los responsables de un delito ya tan común como es el secuestro o la extorsión. Lincharon a dos inocentes
En total indefensión los humildes hombres, no les fue concedida la oportunidad de defenderse; si creada primero la confusión mediante la instigación y azuzada la muchedumbre, la presión, la fuerza humana carece ya de control que la muerte de unos justos es lo menos en mentes ofuscadas. Algo que se repite en Acatlán, cuyos pobladores deben carecer ya de valores, si hace dos años ejecutaron un linchamiento parecido.
¿Quién hizo la denuncia del secuestro y cuál era el seguimiento de la autoridad policiaca? La autoridad es pasiva y calla. Una multitud enardecida no se detiene en sus propósitos porque no piensa ya en los alcances de sus actos. Azuzados los integrantes de una sociedad, en la euforia miran complacidos el resultado de sus acciones y por ello festejan ovacionando. Empero, al saber del error cometido, se pregunta si una sociedad sin valores humanos pueda tener algún arrepentimiento. ¿Dónde está su fe, su creencia religiosa, más si se dicen cristianos? ¿Habrá católicos en ese lugar? ¿Acaso hay por ahí sangre de algún judío, de algún alemán, como para asumirse justicieros a su manera? Porque la crucifixión del Mártir del Gólgota fue debida a la instigación, por más que Pilatos se haya lavado las manos, si todo mundo sabe que se lavó con la sangre de “ese justo” como hipócritamente pronunció el procurador romano.

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