martes, 2 de octubre de 2018

ARTÍCULO

Hueycantenango:
relevo municipal
Edilberto Nava García
Ubicado sobre una hermosa meseta y rodeado por elevadas montañas, con un clima tan fresco y benigno, Hueycantenango vivió hoy una fiesta cívica, como se supone debió acontecer en los demás ochenta municipios de esta entidad guerrerense: El relevo institucional de su ayuntamiento. Entregó las riendas municipales una mujer surgida hace tres años de las filas del Partido re la Revolución Democrática y las recibió otra mujer, joven y profesionista postulada a dicho cargo edilic
io por el Partido Revolucionario Institucional.
Se llega a la cabecera del joven municipio, luego de recorrer unos 35 kilómetros, sobre una carretera en pésimas condiciones que, aunque pavimentada, es notorio que los constructores hicieron su agosto pues se apropiaron los dineros para las obras de arte, ya que en enormes tramos carece de cunetas y donde parece que las hicieron, están borradas, azolvadas, por lo que los escurrimientos acuíferos y el transitar vehicular han cavado tantos hoyancos que transitarla equivale a toda una odisea. Vaya, el viajero considera, aunque no lo diga, parece que por acá no hay gobierno alguno y ni dios ha detenido su mirada.
Sin embargo, a sólo cinco kilómetros al asomar en esa especie de puerto o espinazo montañez, se observa a la derecha, hacia abajo al pueblo denominado Ayahualtempa, u orilla de una laguna redonda, según se desprende de las palabras nahuas que conforman tu toponimia. Unos minutos más y está Huecantenango, sede del poder municipal del aún joven municipio, José Joaquín de Herrera, nombre éste del personaje aquél que vio con simpatía la creación del estado de Guerrero y siendo él, el presidente de la República, firmó el decreto respectivo. Imponiendo su nombre a este municipio, territorio cercenado al municipio de Chilapa de Álvarez, han creído los gobernantes que hacen honor y justicia al veracruzano.
Hermosa meseta da asiento a Hueycantenango, con un auditorio municipal de reciente construcción, debidamente techado. Ahí, jovencitas uniformadas de falda azul marino encendido, cual escolapias, cuidaban el orden de la concurrencia. En tanto, allá en la entrada a la cabecera aguardaban simpatizantes a la alcaldesa electa, Orquídea Hernández Mendoza, quien encabezaría el recorrido, mostrándose a los suyos, como la nueva cabeza de la autoridad, dispuesta a encabezar el cabildo conforme sus miembros rindiesen la protesta de ley correspondiente. Joven ella, morena, preparada, se le miraba desbordando alegría en su rostro. Inició el recorrido y en él, policías municipales y algunos estatales, que después se supo, resguardaban la seguridad de un subsecretario, representante del gobernador en el acto en que rendirían protesta los integrantes de la nueva comuna.
El contingente, luego del recorrido arribó al escenario preparado en el auditorio municipal. Y de pronto, apareció en escena la diputada local Alicia Zamora, muy saludadora. Ya en el presídium, debidamente colocados, al centro, la representante de la cámara local de diputados y el representante del poder ejecutivo. A sendos costados, a la derecha la alcaldesa saliente, su síndico y regidores, en tanto que a la izquierda, la nueva comuna. En los honores a la bandera, destacó la actuación de los alumnos de una escuela primaria con su banda de guerra y entonando magistralmente el Himno Nacional y el Himno a Guerrero. Una actuación digna de alabar y premiar.
La presidenta saliente declaró la solemnidad del acto protocolario y, diligente, cedió su derecho a la diputada para que tomase la protesta al nuevo ayuntamiento. Y he aquí algo que en casi todos los municipios se ha perdido, porque creen haber progresado y modernizado. Los integrantes de la comuna saliente, portando cada uno su respetivo bastón de mando, símbolo del poder mandatado por voluntad popular, procedieron a entregarlos a sus homólogos ediles que les suceden ya en sus responsabilidades municipales. Los bastones de mando en muchos pueblos de Guerrero, particularmente en las comisarías, son el símbolo de mando y del respeto que los gobernados deben a su autoridad, por humilde que sea, pero también del correspondiente deber del depositario de la voluntad popular y, en recientes casos, de la voluntad de los “principales” de cada comunidad originaria, mal llamada indígena. Zanzecan ti tequitizque cualli, rezaba una inscripción en la parte baja del escudo municipal, sin embargo, nadie, nadie dijo una sola palabra en el idioma náhuatl durante el acto oficial, nutrido de hablantes de tan bello y fino idioma. Esto último, una verdadera lástima, pues los mestizos han sembrado la idea en nuestros pueblos y rancherías, que hablar un idioma originario, equivale a señal, a símbolo de atraso material y cultural. Algo falso, falso. ¡Salud!

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