viernes, 5 de octubre de 2018

ARTÍCULO

Del campo a la ciudad
César González Guerrero
Dedicado a los jóvenes y niños, hombres y mujeres que no claudican en sus estudios.
Cuando en el año 1967, surge la necesidad de seguir los estudios de Secundaria en Acapulco, primero mi hermano Luis Javier en 1966 y enseguida su servidor en el año 1967, porque en Copala mi tierra no la había, también aparece la oportunidad de llegar a lo desconocido. Nuestros entrañables padres, Santa Cruz González Cortes y Cohinta Guerrero Aparicio, fueron los de la iniciativa y nos obligaron a seguir estudiando. Hoy honramos su memoria.
Si bien es cierto que en alguna ocasión, quizá a los 7 u 8 años de edad,  llegamos a conocer el pueblo de Cruz Grande o de San Marcos fue para visitar a familiares enfermos o para atención méd
ica. Es cierto que no fue de paseo, más bien fueron salidas obligadas por necesidad.
En Cruz Grande fue para conocer a la familia de mi Padre, a su madre Eustacia Cortes Chegue, la enferma abuela Tacha, a mis tíos, sus 10 hijos de origen orgullosamente indígena. Y de paso caminar por las calles de terracería, disfrutando alguna vez, de los juegos mecánicos que en la feria del 3 mayo, como en todos los pueblos, se instalaban en pleno centro de la población. Pero solo observándolos y tocándolos. No había dinero para divertirnos como debería ser.
En San Marcos fue para que nos atendieran los famosos  doctores de la Costa Chica, reconocidos por su calidad profesional, los inolvidables Hermanos Saturnino y Héctor Catalán Peralta, ambos egresados del Instituto Politécnico Nacional. Quien se iba a imaginar que 40 años después, en Chilpancingo, los dos serían mis grandes amigos y hermanos Politécnicos. Como agradezco sus curaciones y su amistad sincera. Sin duda grandes médicos.
Pero también fue para visitar a la Tía de mi Padre, su mamá de crianza, mi Abuela Carlota la Tía Carlo, cuyas raíces están en el hermoso pueblo de Monte alto. Sin duda, momentos inolvidables pasábamos jugando en los amplios espacios de la Iglesia de San Marcos.
Tiempos después un pequeño menor de edad, con solo 13 años, recién egresado de la Escuela Primaria, de origen campesino, de costumbres rurales, sin ningún conocimiento de la vida en la zona urbana, con lenguaje costeño de la región Costa Chica y sin ninguna experiencia para estudiar en una ciudad, tuvo que vivir y enfrentarse a un ambiente totalmente diferente e impactante.
Para empezar el raro olor a smog, el humo de autobuses y vehículos; experimentar las carreras para cruzar las calles saturadas de gente; conocer los semáforos, edificios con alturas inimaginables, hoteles de lujo, viviendas con aspectos modernos, inclusive sanitarios que en el campo no se conocían y menos se usaban; alimentarse por primera vez con una rica torta; ver hombres y mujeres con vestimenta planchada y perfumada, con calzado y bien expresados.
Todo el escenario de la ciudad impresionaba a cualquier hijo de campesinos pobres, ignorantes de casi todo, con carencias pero eso sí, con muchas ganas de salir adelante a pesar de todo. Con las ansias de estudiar para alcanzar una carrera profesional, como fueron los deseos de mis padres inculcándonos ideas de luchar para ser alguien en la vida.
Esa es la diferencia entre un pequeño surgido de la nada y de otro que con muchas ventajas no aprovecha las condiciones que la vida moderna le ofrece.
Esta es solo una pequeña parte de la experiencia de quien, como nosotros, tuvimos que superar obstáculos y forjarnos en la lucha diaria del estudio y el trabajo. Que sea para las nuevas generaciones un motivo para seguir estudiando. Felicidades Jóvenes y adelante en sus estudios.

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