martes, 30 de octubre de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
¡ASÍ SE CREO EL MERCADO SOBRE RUEDAS DE CHILPANCINGO!
Entrevista a su creador, el valioso
INGENIERO ALFREDO VARGAS MOCTEZUMA
(A 40 años de su creación)
-LA HONESTIDAD A TODA PRUEBA DEL PROFESOR GILDARDO VALENZO MIRANDA-

Una mirada al pasado y los recuerdos de las peripecias de hace cuatro décadas
-¿Cómo comenzó esta historia de la creación del Mercado Sobre Ruedas de Chilpancingo, ingeniero? Sabemos que la actividad comercial está cumpliendo cuarenta años en estos días.
“En ese entonces, el profesor Gildardo Valenzo Miranda era delegado de Industria y Comercio en Guerrero.
Yo ingresé en 1976 como ingeniero encargado del Área de Electricidad.
Ya en 1979 se quedó como Delegación de Comercio. Se nombraron varias jefaturas. Yo le presenté mi renuncia porque ya no tenía nada que hacer ahí. Mi área se pasó a Acapulco, a la jefatura, a Patrimonio y Fomento Industrial, pero yo no me quise ir a Acapulco porque yo tenía tiempo completo en la universidad y además era yo perito eléctrico del CAPFCE, y yo no quise de
jar mi base por irme, de Confianza, a la Secretaría del Patrimonio.
“Pero el profesor Gildardo no quiso que yo me fuera, y entonces me ofreció la plaza de Jefe Administrativo. A mí no me interesaba porque no soy contador ni soy licenciado de Administración de Empresas ni licenciado en Economía. Vinieron entonces nuevas actividades y se empezó a crear, a nivel nacional, los Mercados Sobre Ruedas, el Instituto Nacional del Consumidor y mucho de esas cuestiones. Y esa parte quedó en Chilpancingo en el área de Desarrollo Comercial, que le quedó a mi compadre José Soria Bernal. Era de la ciudad de México, apenas falleció y tenía radicado en Chilpancingo como desde 1962, por allá. Yo lo conocí en 1965.
Y entonces, dentro de los mismos compañeros que éramos jefes de área, la mayoría se opuso a que siguiera el Mercado Sobre Ruedas. Es más, hasta mi compadre que era el encargado del área dijo que estaba de acuerdo en que se suprimiera, y yo no estuve de acuerdo. Presenté mis puntos por qué y todo, y entonces yo tomé el Mercado Sobre Ruedas a mí cargo, sin tener nada que ver con ello porque yo era jefe administrativo.
Yo lo recibí con cinco o seis oferentes que hacían movimiento comercial en diferentes puntos de la ciudad. Vendían carne de puerco, verduras, algunas frutas, semillas, pasteles y jugos de naranja.
Entonces le dije al delegado: Yo me voy a hacer cargo de este mercado, e hice un estudio socioeconómico. Iban a la Ruffo Figueroa, iban a la Vista Hermosa, a la continuación de Altamirano, por allá por San Mateo, eran cinco o seis gentes, no tenían vehículo, no tenían nada.
Hice un estudio socioeconómico y lo primero que vi es que no tenían nada, ni con qué moverse ni nada. No tenían los recursos. El verdadero problema era tener una unidad para poder moverlos y es así que me fui a Iguala y la Secretaría de Industria y Comercio se echó el compromiso de compra una camioneta de tres y media toneladas. Eran como ciento cuarenta y ocho mil pesos y teníamos que pagar como cinco mil pesos mensuales, y comenzamos con las cooperaciones. Fui a ver al arquitecto Salvador Amezcua al CAPFCE, un gran hombre y le expliqué que necesitábamos cajas de madera forradas con lámina galvanizada para transportar pescado de Acapulco a Chilpancingo y él nos las regaló. No recuerdo si fueron cuatro o cinco cajas. Para esto ya había ido a hablar con los pescadores de la playa Manzanillo, en Acapulco, a ver si nos podían entregar el pescado dos veces por semana, y me dijeron que sí, que si llevábamos la camioneta nos daban buenos precios. Y así metimos el pescado y empezamos a meter otras actividades.
Después vinieron por ahí problemas. Primero vinieron con los carniceros que querían tronar al mercado sobre ruedas. Y tuvimos que tomar varias medidas y logramos tronarlos y se doblaron. Después vino el problema del pollo. Había nexos por ahí con ciertas gentes y querían doblar a la población, y el mercado sobre ruedas logró que doblaran las manos. Después vino lo del huevo, y lo mismo. Fue algo tan bonito que la gente hacía colas en la plaza cívica para venir a comprar el huevo a precio oficial y tronamos a los hueveros, y a partir de ese momento ya empezó a funcionar el mercado sobre ruedas.
Ya teníamos de veintidós a veinticuatro oferentes y cubríamos la mayoría de las actividades comerciales y fue por eso que López Portillo creó los estímulos y premios a nivel nacional para los trabajadores federales que hicieran algo positivo en beneficio de la población.
Entonces a Guerrero, y con la delegación de Gildardo Valenzo Miranda dieron dos estímulos. Uno que dieron aquí con Gildardo por el mercado sobre ruedas, y otro que dieron en Taxco sobre hechura de objetos de plata y cosas por el estilo. A mí me tocó que me dieran ese estímulo, precisamente por lo del Mercado Sobre Ruedas. Es así como nos fuimos a una reunión a Villa Hermosa donde me entregaron ese estímulo, y a una señora de Taxco también le entregaron su estímulo y ahí nos pusieron como ejemplo de que muy pocos habíamos logrado, además sin ningún recurso, habíamos logrado hacer lo que la mayoría de las ciudades en la república no habían logrado hacer con el Mercado Sobre Ruedas y con el Instituto Nacional del Consumidor.
Y entonces mi pidieron que yo expusiera y expuse todo lo que tenía que hablar al respecto, y me dijeron que cómo le había hecho para adquirir el vehículo. Les expliqué todo y apenas teníamos como cuatro o cinco mil pesos pagados, y no se me olvida que el director de Delegaciones Federales llamó al subdirector administrativo de la Dirección de Delegaciones Federales para preguntarle cuánto había de dinero de Mercado Sobre Ruedas, que manejaban a nivel nacional. Dijo que tenían más de tres millones de pesos. Y ahí ordenó que nos dieran el dinero para poder pagar la cuenta de la camioneta y ya quedara, con documentos y todo, adscrita a la Delegación de Comercio de aquí. Y es más, como un obsequio especial, nos mandaban otra camioneta, y comenzamos a trabajar con dos camionetas. Entonces, cuando ya esto comenzó a funcionar se lo entregué al responsable del área que era el arquitecto Soria, pero ya el mercado se lo entregué funcionando, y todavía, en la actualidad, sigue el mercado funcionando.
No había directivos del mercado sobre ruedas. Ellos no podían poner sus precios arbitrariamente. La Secretaría manejaba un programa, a través del Instituto Nacional del Consumidor que era: ¿Quién es quién en los precios?
Los inspectores salían a checar los precios por ejemplo del jabón de tal marca, o del kilo de masa o de tortilla. Y así se conocía cuál era el precio más bajo del mercado, y entonces, mercado sobre ruedas tenía que dar un poquito abajo, veinte centavos, un peso, cinco pesos, dependiendo el costo del producto, porque, si no pagaban impuestos tenían que dar más barato al pueblo.
Entonces la gente empezó a ir porque siempre encontraban productos frescos, de buena calidad, y además, con un precio inferior a los precios oficiales. Todo esto ocurrió desde 1978 hasta aproximadamente 1981 cuando por equis problemas que yo no tendría porqué decirlos, cambiaron al delegado, se fue a la ciudad de México y llegó un Contador López Velasco.
Inmediatamente puse mi renuncia, porque no me pareció cómo comenzó a funcionar la Secretaría. Además de que al profesor Valenzo, yo no sé cómo se le pueda llamar; yo le llamo una trastada, porque el nuevo delegado con el coordinador levantaron una acta en la cual de él se decía que hacía mal uso de los recursos de la Secretaría. Que ocupaba los vehículos en forma personal y para su familia, cuando fue un hombre de lo más respetuoso de todo lo que era de la Secretaría.
Es más, él nunca cobró, en los años que estuvo como delegado, nunca cobró un centavo de viáticos. Los viáticos, porque eran corridos, me los entregaba a mí, para que yo comprara todo lo que se necesitaba en la Secretaría. Porque le decía: Si usted no los cobra, los voy a regresar. Y decía: Yo no puedo cobrar viáticos si el gobierno del estado me paga todo cuando voy a Acapulco, cuando salgo a otro lugar. Yo no puedo cobrar doble. No está en mí agarrar un dinero que no me corresponde. Le decía yo: Maestro, si usted no lo cobra lo tengo que regresar. No. Pero, ¿cómo lo vamos a regresar? Es que si usted no lo cobra lo tengo que regresar. Entonces, ¿qué hago? Y entonces ese dinero se ocupaba para comprar escritorios, para comprar café, para un refrigerador; se compró un enfriador, se compraron ventiladores, todo con dinero que él dejaba de cobrar. Y al fin de año se acostumbraba, a los trabajadores que no tuvieran ningún reporte, cumplidos, responsables, se les daba un viaje a Acapulco para esa persona y otra que lo acompañaba, por cuenta de la Secretaría, era un premio.
Y a los que también eran cumplidos se les obsequiaban plumas fuentes o pequeños regalos, y así funcionaba la Secretaría, en ciertos aspectos con mucha honradez.
Porque hubo otras cuestioncitas que no fueron muy honrados a algunos trabajadores que siempre por ahí se van encajando.
Entonces, cuando al profesor lo cambian y levantan esa acta, decía cosas que no correspondía con la realidad.
Pero, el señor delegado nuevo, yo creo que convenció, no sé cómo estaría la cuestión, porque todos los jefes de área, que éramos cinco, cuatro de ellos firmaron el documento. Y a mí uno de ellos subió a decirme: Oyes, ingeniero: hay un documento así y así y asado. Y le digo: pero si ustedes ya leyeron el documento, no es cierto. ¿Y ustedes cómo lo supieron? Y dice, fue el coordinador mandado por el delegado a que firmásemos todo eso y no vimos nada malo. Yo le dije: Yo sí lo veo, y eso es no tener…no sé cómo le dije. No quiero decir la palabra. Pero le digo, si me lo traen, yo lo voy a leer y si no es correcto, yo no lo firmo.
Y efectivamente, al rato llegó el coordinador. Sabe qué ingeniero le traigo esta acta que se levantó, para que la firme. Ya todos la firmaron.
¿Me permite leerla?
Es que ya todo firmaron. El delegado ya firmó.
¿Me permite leerla?
Bueno, ¿es que usted no confía en la firma del señor delegado?  
Ni del delegado ni de nadie.
O la leo, o no la firmo.
Y dice: Bueno, léalo.
Y le digo, bueno, me va usted a perdonar pero yo no puedo firmar porque esto no es cierto.
¿Le consta?
¡Me consta y lo sostengo!
Y dice: Pero es que ya el delegado…
Me interesa un comino. No lo firmo. Y hágale usted como quiera. Y ese documento no podía irse a México porque necesitaba, a fuerza, la firma del jefe administrativo. Entonces, me mandó llamar el señor delegado. Oiga, que no quiere usted firmar. No firmo. Y se lo digo, porque lo que dice ahí, no es cierto.
¿Le consta a usted?
Me consta. Y con permiso. No me hicieron nada.
Lo único que me dijo: A partir de hoy usted deja de ser de confianza, usted ahora ya va a firmar como todo trabajador a las ocho de la mañana y va a salir a las tres de la tarde como cualquier trabajador. No puede usted salir a ninguna parte porque lo puedo ocupar en cualquier momento, y si yo salgo tiene que estar usted para que cuando yo vuelva me informe de todo lo que ha sucedió aquí. Y efectivamente, estuve como tres o cuatro meses, me la pasaba leyendo mi periódico porque me quitaron todas las actividades. Inmediatamente empecé a tramitar mi renuncia. Y me decía: presénteme su renuncia. Le dije, no. Primero que me hagan una auditoría. Cuando venga la auditoría y me entreguen el documento de que estoy limpio, entonces firmo mi renuncia, mientras, no.
Me pasé varios meses ahí leyendo mi periódico, caminando, oyendo música porque no se me tomaba en cuenta para nada. Llegó el momento que vino el auditor, hizo una auditoria, salí perfectamente bien. Me la entregaron y al otro día me fui a la ciudad de México y le presenté al subdirector administrativo de delegaciones federales mi renuncia y me dice: póngale la fecha de dentro de dos meses. Le digo: no; yo ya no regreso. Y me dice, póngalo así porque va a quedar usted adscrito a la Secretaría para que le demos un regalo de dos meses de sueldo, como un obsequio que le da la secretaría porque ya le habíamos ofrecido a usted que se fuera de delegado a otras partes. Sí, pero ya les había dicho que yo no podía porque no. Me ofrecieron la sub delegación de Comercio en Acapulco, porque estaba un licenciado Bedoya como delegado, era un señor ya muy grande. Era un señor que ya no podía realizar ciertas actividades, no lo podían cambiar ni lo podía quitar porque era amigo personal del ingeniero Rubén Figueroa. E iban a ponerle un subdelegado que hiciera todas las funciones y que el señor Bedoya fuera delegado en forma decorativa. Me ofrecieron esa sub delegación y que en el momento del cambio yo me quedaría como delegado. O me ofrecían la delegación federal en Taxco, que estaba punto de crearse, que después llegó una licenciada. Tampoco la acepté porque mi tiempo completo nunca lo quise dejar en la universidad que es actualmente de lo que yo vivo; estoy pensionado y de eso vivo. Ya después, no supe. Y ahora de vez en cuando voy a ver a mis amistades del mercado sobre ruedas. Me da mucho gusto, me abrazan, me felicitan y va en estos días a cumplirse cuarenta años y me invitaron a ver si los acompaño para recordar algunas cuestiones de estas. Te invito, porque me pidieron que yo diga esto a las nuevas generaciones de oferentes que no saben cómo nació ese mercado, cómo se ha desarrollado y eso es lo que quería comentarte”.
-Ingeniero, le estoy muy agradecido por la información, por su amistad y por ese sentimiento que usted y su familia llevan en el corazón. Y resalta mucho las virtudes de su señor padre, don Cirenio Vargas Salmerón, un hombre admirable a quien siempre recordamos con profundo cariño. Gracias.

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