martes, 6 de noviembre de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
EL PADRINO
Eso de morirse el día de muertos sólo se le puede ocurrir a un sabio o sucederle a un iluminado.
Él eligió –imagino- que así ocurriera y… ¡Oh paradojas del vivir y el morir, así sucedió!
Se fue. Se ha ido, pero cuánto dejó de bien a la humanidad:
Puro hijo inteligente, profesionistas de los que se escribe su nombre con mayúsculas en las mejores universidades de los Estados Unidos, de Europa y de México.
Una vez me dijo: “¡Mi hijo fue a dar un curso sobre don Quijo de La Mancha a… Madrid!”
O sea, fue a vender Cajetas a Celaya…
Lo conocí en 1971 en la cantina de Luis Santos que se llamó “La Puerta del Sol”, barrio de San Mateo.
Acababa yo de haber ido a fundar un diario a Zihuatanejo, “destino turístico” bautizado por mí como “El Puerto de las Maravillas” y de haber trabajado en la XEUQ, cuyos concesionarios eran los hermanos Morales: Dr. Armando y el querido don Mario. Al regresar a mi tierra fui a convivir con los paisanos en los terrenos de Luis Santos y ahí nos conocimos.
Él me dijo que había nacido en Agua de Correa, pueblo muy próximo a Zihuatanejo (“Lugar de mujer sucia: “Ta’ neja”), cerquita de ahí, entre el Limón y Agua de Correa estaba El Ujal, y en broma le empecé a decir que nació en El Ujal.
En más de cuarenta años, jamás, jamás, jamás lo vi enojado.
No tenía ese defecto. Le daban coraje muchas cosas del diario vivir pero armonizaba su forma de pensar con los sucesos y su inteligencia nunca tuvo espacio para el enojo.
Era amistoso como el que más.
De todos los temas de los que se charlara en el café o en alguna reunión social sacaba buena tajada y nunca intentó ser “maestro” o dar clase de nada. Todo eran pláticas, no tuvo tampoco el defecto fácil del egocentrismo y tal vez por ello inventó una frase: “¡Estoy orgulloso de humildad!”.
Recién nos conocimos me dijo otra vez en la cantina: “Me robaron mi carro”. Tenía un Wolksvagen que estacionaba a la puerta de su hogar y de ahí se lo llevaron. Jamás compró otro.
En su juventud conoció en el Occidente de México a una mujer muy hermosa con quien contrajo nupcias y siempre sus cercanos le decíamos que la inteligencia sus hijos se la debían a su mamá, nada más a ella. Él se ponía serio. Eso era todo.
Joven, inquieto, inteligente se fue a recorrer la república, sobre todo al Norte que conocía como la palma de su mano. Se dedicó a vender libros, después medicinas y por allá coincidió con otros paisanos: Caritino Maldonado Pérez, Beto Bermúdez, el mejor guitarrista que ha nacido en Guerrero y el gran compositor de “Zirándaro”, Bolívar Gaona Salgado. Pasaron veladas de bohemia al estilo guerrerense en la época de los tríos y los Boleros. Él fue de los grandes y se junto con ellos en ese tipo de tertulias.
Una mañana estando en el café de Fernando en el mercado y recordando algunas viejas canciones, me confió que cuando era niño, él vivía con su mamá (su papá fue marinero) y ella cantaba una canción que decía: “Llorar no puedo no porque todo mi llanto, vertí por tu querer…”, y no recordaba más.
A los pocos días llevé mi guitarra a la cafetería y le dije: Quiero cantarte esto:
“No quiero que en tus momentos de dolor, recuerdes lo que sufrí por tu traición. Ya todo concluyó, no tengo celos ni rencor, y es mi placer que halles la dicha en otro amor. Llorar no puedo no porque todo mi llanto vertí por tu querer cuando noté que un día de aquel sagrado amor te estabas olvidando; que te ibas cansando que ya no me amabas que no me querías. Y luego me alejé de ti para no verte, y loco de dolor herido por celos, pensé sería mejor hallar en ti la muerte, más todo fue nada, no tengas temor que y ano te quiero”.
Se puso de pie emocionado y me dio un abrazo: “Gracias, Héctor, gracias porque me haces recordar la canción que tanto le gustaba cantar a mi mamá”.
En broma decía que era “el decano” de nuestra agrupación en Chilpancingo. Pero un día que estábamos platicando un grupo de amigos con él junto al quiosco, como a eso de las tres de la tarde pasó por ahí su Padrino, el de a de veras: Don Justino Flores, que en los años 70´s vendía caldos de borrego y consomé en un local de la esquina que forman las calles Hidalgo y Rayón. Y ese señor lo llevó al grupo…Y se me ocurre preguntarle: Oye, Justino, ¿y cómo se portó aquí tu ahijado, cuando lo llevaste al grupo?
Parece que le di cuerda a don Justino: “Este, duró un mes y volvió a las andadas”. El ahijado se agachó, jaló su gorra de beisbolista sobre la frente y guardó silencio. Cuando el Padrino se fue, ya que dio la vuelta al quiosco, levantó la frente y dijo: “Ese Justino tiene Halzhimer”, y todos nos reímos de cómo con facilidad se libraba de pequeños detalles como este.
Platicaba que en una ocasión voló con un sobrino político de él de la ciudad de México a Tepic, Nayarit. En esa época los bimotores ya eran viejos, de la Segunda Guerra Mundial. Su acompañante era un niño, sobrino de su esposa. Y de pronto, que se apaga uno de los motores. El capitán anunció que tenían un motor para llegar a Tepic, pero antes de ello, se apaga el segundo motor. Como pudo, tranquilizó al niño. Y se reía porque ese niño es ahora el más alto prelado que hay la república mexicana.
Hay mucho que platicar sobre El Auténtico Padrino en Chilpancingo: Él sí, un sabio, muy inteligente, gran conversador y sobre todo que a quienes tuvimos la dicha de tratarlo nos dejó en cada una de sus charlas, una lección de sabiduría.
Él y yo bromeamos tanto que cuando supe que enfermó y fue recluido en sus habitaciones, me negué a ir a saludarlo por el simple hecho de que no lo quise ver enfermo después de tantas vivencias, bromas, anécdotas, chascarrillos y lecciones que de él recibí.
A mí, no me extraña que haya muerto El Día de Muertos. Así fue él hasta para morir: Muy especial.
No puedo decir que Dios lo tenga en su gloria porque su forma de pensar fue distinta y de mucha más fe –discúlpenme- y de acciones mucho más humanas de algunos que se dicen creyentes…
Lo que sí deseo es que en paz descanse mi querido Padrino y más que eso: ¡Amigo!
(NOTA: No publico su nombre porque quien me hizo el favor de informarme de su fallecimiento me informó que su familia decidió no publicar el suceso. Y así lo respeto).

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