martes, 27 de noviembre de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
EL MERCADO Y LA FERIA DE CHILPANCINGO
Porque los comerciantes que vendían sus productos en el antiguo mercado “Nicolás Bravo” siempre fueron solidarios con la ciudadanía y respetaban y protegían con su solidaridad a Chilpancingo, llegando diciembre, muchos de ellos instalaban sus puestos sobre la calle de Hidalgo, hasta converger con la plazuela del Barrio de San Mateo y así permanecían hasta el 6 de enero, fecha en que conclu
ía el festejo popular.
Puestos de frutas, de venta de carne de cerdo y res, barbacoa, legumbres, calzado, telas, todo lo que se podía colocar en pequeños establecimientos montados en bancos y tablas sobre esa transitada calle de Hidalgo, a partir de la calle de Rayón. Y era, para los niños de la época una especie de fiesta todas las mañanas cuando las amas de casa iban de compras a ese lugar que, entre otras cosas tenía el propósito de anunciar que Chilpancingo ya estaba celebrando su gran fiesta: La Feria de San Mateo y había que vivirla de principio a fin.
Ahí también vendían dulces. El señor que se dedicó a esa actividad por años fue don Lucio Ortega, no sé si alguien lo recuerda. Tenía su puesto de dulcería el resto del año en la calle Zaragoza, por donde estaban los puestos de las atoleras. En la calle de Hidalgo ya estaban a la venta las mandarinas, los tejocotes, las jícamas, las cañas, los cacahuates y con don Lucio los dulces de colación y en la tienda de doña Esperanza o en la Puerta del Sol, las galletas de animalitos.
Todos estos elementos servían para hacer los “aguinaldos”. La caña, los tejocotes, los dulces y todo lo demás se envolvían en tramos de papel de china, de colores: amarillo, azul, verde, rojo, etcétera y se amarraban con hilo. Se iban juntando en unas cajas, bolsas y canastas y a la hora que los pastorcitos acababan de acostar al niño Dios, la tarde o noche del 24 de diciembre, se les obsequiaban, ya fuera en la iglesia de la Asunción o en domicilios particulares. Se les regalaba no sólo a los niños cantores sino a la gente que acudía a acostar al niño Dios.
El papel lo vendía don Pancho Lara, en su tienda “La Perla del Sur” que atendía muy bien con su esposa doña Susana o también se podía conseguir en la tienda de don Cirilo Garzón o con las señoritas Cassi donde también se compraba el copal para el sahumerio que se ponía frente al Nacimiento cuando era acostado el niño Dios y aromatizaba el ambiente de una manera muy agradable. Éste nacimiento era hecho de pascli que la gente de Amojileca o de Omiltemi bajan de la sierra en sus burritos y lo vendían ahí, en la calle de Hidalgo popr costales o por bola, según se requiriera.
Ahí mismo, con don Pancho Lara se compraban los cascabeles que se colocaban en los báculos de los pastores. Estos báculos tenían una base de lámina en forma de trébol de cuatro hojas que se incrustaban en otates.  A los cascabeles se les amarraba un pedacito de alambre y se ataban en los báculos. También se les ponían sonajas. Luego, se adornaban con papel blanco de china. A la hora de cantarle al niño Dios, los niños pastores golpeaban el piso con los báculos que debido a los cascabeles y sonajas que se les habían colocado, emitían unos sonidos muy bonitos, y con sus cánticos de voces dulces y melodiosas se vivía un espectáculo maravilloso. Además a los asistents a la acostada del niño Dios, se les obsequiaban velitas de cera de colores que obsequiaban los padrinos del niño Dios y se hacía la quema de luces de Bengala de las que salían como estrellitas.
Los amigos comerciantes del “Baltazar R. Leyva Mancilla” siempre fueron muy solidarios con la ciudadanía de Chilpancingo. Claro, eran los viejos comerciantes del mercado. Pero también había otros negocios muy importantes como La Voz del Pueblo, de don pablo Beltrán, El Puerto de Veracruz de don Pedro Padua. Y por ahí las tiendas de don Tufic Azar, la zapatería de don Filemón Padua, “El Gallo” y muchas más que después fueron relevadas por otros comerciantes.
Tanta fue la solidaridad de los comerciantes del mercado “Nicolás Bravo” que en diciembre de 1960, ya no se instalaron en la calle de Hidalgo sino que se llevaron sus puestos a la alameda “Granados Maldonado”, a solidarizarse con el Movimiento Estudiantil que pronto fue Movimiento Popular del Pueblo de Guerrero en contra del gobierno del general Raúl Caballero Aburto, a quien después de la masacre contra el pueblo, la tarde del 30 de diciembre de 1960, el Congreso de la Unión dictó la desaparición de poderes, esto sucedió la tarde del 3 de enero de 1961, y desde entonces, ya no volvieron los comerciantes a la calle de Hidalgo ni a la alameda.

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