COLUMNA

DH-1-07-18
Tino Gatica
No puede existir un borrón y cuenta nueva en la comisión de delitos
El andar que tiene la nueva administración federal en donde el ahora presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (Amlo) luchó contra la adversidad, debido  a no contaba con el empresariado, los grupos de poder, élites y monopolios de la información, está dejando en claro que continuará generando incertidumbre, dudas considerables, porque tiene una manera singular de cómo está gobernando. Al momento su agenda, con sus discursos, ocasiona desconcierto, porque ahora ya no es candidato, ahora es presidente y como lo dice “tengo el poder”. Y es que él rompió con algunos esquemas de gobernanza, así como algunos eslabones de complicidades-dado que quienes aposta
ban por el priísta “de fuera”, José Antonio Meade Kuribreña o bien del panista genial Ricardo Anaya, ambos con sus respectivas coaliciones-,  es decir manejó el combate a la corrupción y la impunidad. Fuera de él, ninguno de sus adversarios se atrevió a mencionar esas dos palabras que poseen una gran fuerza implícita porque nadie podrá negar que son dos asuntos que nos han afectado directa e indirectamente. Y es que una o las dos palabras, forman parte de nuestra modernidad, asociada propiamente a nuestra clase política. Y frases comunes como ésa de: “Entró pobre y salió enriquecido” o esta otra que dice: “no me den, mejor póngame donde hay, que lo demás es cuento mío”, se volvieron tan ordinarias, sobre todo en quienes las practicaron que no causó extrañeza ni escándalo que en efecto así ocurriera. Muchos casos de enriquecimiento inexplicable permearon en las administraciones del pasado y las recientes, hasta que llegó el encargado de probablemente llevarnos a la Cuarta Transformación, Andrés Manuel López Obrador, con todos los espacios de poder cubiertos por los que se sumaron a ese proyecto. Ahora es responsabilidad de todas y todos ellos, que cubren esos espacios de poder y en la toma de decisiones es un compromiso considerar a los que menos dinero poseen, por sus propias circunstancias de vida. El combate a la corrupción y la impunidad es una responsabilidad, es un  compromiso y sobre todo que es una promesa de campaña, que tiene que ser parte de una realidad, si es que se desea continuar considerando que vamos con buen rumbo en el destino de nuestra nación. Los dos conceptos aplicados inmisericordes en contra de la población por los poderosos en todas sus manifestaciones, fueron parte de la apuesta por una nueva forma de gobernar. También se tienen otros argumentos de peso, que tienen como indicativo que estas dos palabras, fueron aplicadas no solamente por los dueños del dinero,  como es el empresariado, de la iniciativa privada, sino también por los servidores públicos que ahora tendrán que adaptarse a una novedosa forma de gobernar. Todo lo que asocia a la corrupción y a la impunidad, amén de otros males de los que hizo gala, exceso y promoción la clase gobernante, el empresariado, la iniciativa privada tanto como otros grupos poderosos de nuestra sociedad, antes de la asunción al poder de Andrés Manuel López Obrador, tendrán que adaptarse, pues dudo mucho que desean desaparecer o refugiarse en otros países. Esto apenas empieza, por lo que todas y todos los mexicanos debemos estar a la expectativa del discurso que utilice el presidente López Obrador, y lo mejor: prepararse por si hay algún movimiento de timón.

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