ARTÍCULO

Las Chifletas
César González Guerrero
En esta ocasión me permito expresar mi cordial saludo a mis estimados lectores y lectoras que, en su momento, me han hecho llegar algunos comentarios a mis artículos. Muchas gracias por sus muestras de aprecio y felicidades por el tiempo dedicado a la lectura.
En la mayoría de los pueblos de la región Costa Chica del estado de Guerrero y más en mi tierra Copala, desde muy pequeño empecé a escuchar la palabra Chifleta que, tal parece es un térmi
no que también se utiliza en varias partes de nuestro país y tal vez a nivel mundial. Sin embargo, el tiempo ha hecho que se vaya olvidando y dejando de utilizarse.
La Chifleta se refiere a la expresión oral en contra o a favor de otra persona pero de manera indirecta; se dirigen a alguien de manera discreta, a efecto de que no se enteren a quien va dirigida, a manera de mofa, burla, calumnia, o algo chusco, etc. Regularmente, en nuestros pueblos las Chifletas, en muchas ocasiones llegan a simples molestias, pero en otras fueron o son motivo de pleitos y hasta guerras personales y familiares. Aunque también las chifletas se pueden considerar como piropos en cuestiones del amor.
Quienes hemos vivido estas experiencias sabemos muy bien que las ofensas mediante el uso de las Chifletas, fueron y en algunos pueblos siguen siendo, causa de enfrentamientos verbales y, varias veces terminaban o terminan “liándose” o “agarrándose” al “puñete” o “puñetazo limpio” (golpes). Y es que la verdad en aquellos tiempos, (ahora han disminuido) “echar” o “tirar” Chifletas era una costumbre escucharlas en todo momento y cualquier parte, en la calle, escuela, iglesia, cantina, y quien quisiera las “agarraba” (adjudicaba). O mejor dicho a quien le “quedara el saco se lo ponía”.  De ahí algunas frases, tales como: “…se lo digo a Juan para que lo entienda Pedro…”, “se lo digo a mi hija para que lo entienda mi nuera…”, “…a buen entendedor pocas palabras…”. O, finalmente, se utilizaban versos de algunas canciones.
Los enfrentamientos iniciaban con las clásicas frases de alguién  que provocaba la reacción violenta del otro. Por ejemplo, si una persona iba pasando frente a otra, solo bastaba con mencionar un término que ambos sabían era ofensivo para iniciar la discusión o “veriguata”, preguntando a quien va dirigida “la chifleta”, desde luego al aceptar esta provocación inmediatamente la discusión se tornaba en golpes, llegando a veces al uso de armas de todo tipo. Para cubrir un poco las formas, los “ofendidos” se dirigían a la persona que supuestamente ofendía, con una frase muy popular en ese entonces: “…a quien le cantas cotorra…”.
Es precisamente por esa razón que, desde la escuela y el núcleo familiar se aconsejaba a los pequeños a no utilizar las Chifletas para, así evitarse problemas intrafamiliares. Gracias a ello actualmente, el término ya pasó al anecdotario histórico y son muy pocas las personas que se atreven a utilizarlo. Es más, algunos ya hasta se olvidaron de ellas. Salvo sus honrosas excepciones hay quienes aun lo usan, pero solo como anécdota humorística sin que se tome como una ofensa.
Hoy, las chifletas se evitan precisamente, porque la cultura y la educación están promoviendo actitudes de convivencia humana y de respeto a los derechos humanos; de lo contrario ya existe una norma jurídica que castiga ésta acción, llamado bulling.
En México y en Guerrero se ha superado el tiempo de las Chifletas y, en su lugar, ahora se promueven la sana convivencia y la armonía social, por el bien de todos. Las Chifletas son cuestiones del pasado pero debemos recordarlas como parte del buen humor, con respeto y con la debida intención de conocer el mal comportamiento de nuestros antecesores que esperamos ya no se repita.
Aun así, las Chifletas son algo que, con un sentido chusco, nos ayudan a conocer la falta de educación que existía hace muchos años y, ahora, con mucho orgullo hemos superado, gracias a nuestros padres y a los maestros. Son las cosas buenas de la modernidad.

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