jueves, 21 de febrero de 2019

SUMARIO DE NOTA CON FOTO

Volar con el Presidente
sin avión presidencial
Alberto Oaxaca.CIUDAD DE MEXICO.--.Falta una semana para la gira pero “el vuelo en el que viaja el Presidente se ha vendido por completo”, informa una voz del otro lado del teléfono.
La situación no es nueva, prácticamente desde hace 80 días en que Andrés Manuel López Obrador comenzó a ejercer el cargo, comprar boletos para viajar en el mismo avión comercial se complica. Un gran número de periodistas son clientes y eso aumenta la demanda en esos vuelos para la gente que por alguna razón personal debe viajar hacia donde va el “andariego”, como se dice a sí mismo el Presidente.
“Éste va para Mazatlán”, avisa un empleado del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a su compañero en los arcos detectores cuando se percata que el boleto de avión mar
ca el mismo vuelo que abordará Andrés Manuel López Obrador.
Como una medida de seguridad no oficial, el AICM ha implementado un protocolo para revisar de forma “especial” las maletas de quienes viajan en el mismo avión que el Presidente. Los pasajeros que llevan el número de vuelo del mandatario son dirigidos a un mismo arco detector y ahí revisados más minuciosamente.
–¿Se trata de un filtro especial porque es el mismo vuelo del Presidente?, se le pregunta a uno de los empleados.
“Así es”, se limita a responder al momento en que otro empleado observa una pantalla donde se aprecian en rayos x los objetos que se guardan en las maletas.
Andrés Manuel pasa por el mismo arco y sigue el protocolo de seguridad. Se quita el cinturón, pone su cartera, su reloj y otros objetos en una bandeja. Saluda con una sonrisa y pasa por el arco detector.
“Adelante, buen viaje... “, le dice al mandatario quien sigue su camino a la sala de espera del vuelo, no sin antes saludar a un enjambre de pasajeros que al verlo acuden a pedirle una foto, una audiencia o un saludo.
A PASO LENTO
Por Whatsapp, de voz en voz y hasta por llamadas el rumor de la presencia del Presidente en las salas de espera del aeropuerto se esparce a una velocidad aún indescifrable.
López Obrador detiene la velocidad de su andar y a paso lento saluda, accede a poner la mejilla para un beso, a dar la mano a quien se la pide, sonreír para la selfie aunque esta no salga a la primera. “Otra vez, otra vez”, dice el tabasqueño como consuelo a quien no oprimió bien el botón del obturador del celular, tiene sucio el lente de la cámara o no ha hecho su mejor pose.
De camino a la sala de espera en la que abordará su avión una multitud imantada por su presencia abarrota quebrando la rutina acelerada del aeropuerto. Hasta quienes tienen temen que el avión los deje hacen una escala para mirar al político.
Un promedio 70 personas se acercan en cada visita al aeropuerto para tomarse una foto con el Presidente, sin contar a los que se han quedado con las ganas por la premura de abordar la aeronave. Quienes viajarán con él aguardan a estar en cabina para intentar la foto.
Con radio en mano, los policías del aeropuerto observan de lejos el espectáculo de Andrés en la sala de espera que se hace amena cuando, en ocasiones, el Presidente se topa con algún aficionado al beisbol, su deporte favorito. Entonces el tabasqueño se detiene a platicar anécdotas y dar su opinión de algunos jugadores siempre con la promesa: “vamos a impulsar el beis”.
Miembros de la Ayudantía intentan sin éxito dar un poco de orden a los enjambres de curiosos y simpatizantes. Hasta ahora lo único que han logrado es alejar a periodistas a quienes ya identifican bien. “Denle chance a la gente de que se acerque y esto sea rápido”, suplican.
LLEVAR AL PRESIDENTE
“En mis 30 años como piloto no había tenido el honor de transportar a un Presidente de la República”, dice un piloto por medio de los altavoces. Los pasajeros aplauden.
El capitán da otros datos sobre el tiempo estimado de vuelo, las condiciones climáticas del destino y pide atender las indicaciones de las azafatas.
Una vez en el aire el avión se vuelve un ir y venir de personas que buscan saludar al Presidente y tomarse una fotografía. Le dan su respaldo y le cuentan que votaron por él. Andrés Manuel saluda paciente a quienes se acercan.
Las azafatas esperan en la zona de baños si el mandatario acude y aprovechan para correr la cortina y tener su propia foto con el Presidente.
De vez en cuando un piloto sale de la cabina y se une al portafolio. Diez minutos después, con una sonrisa, el mandatario vuelve a su asiento para revisar documentos, adelantar la agenda de giras de la semana siguiente y ser interrumpido para tomarse más fotos.
Desde su asiento que invariablemente es del lado de la ventanilla, el Presidente dicta a Daniel Asaf, coordinador de la Ayudantía, los tuits y post de sus redes sociales. A veces después de dictarlas borra todo y comienza de nuevo.
SALE EL PEINE
En medio de flashazos, camarógrafos que caminan hacia atrás esperando no tropezarse y decenas de celulares grabando la llegada, el Presidente se abre paso para saludar al gobernador de la entidad que visita. Antes de salir por la puerta de llegadas nacionales hace de nuevo una escala técnica en el baño.
La ayudantía impide el acceso y pide cinco minutos a que el mandatario salga para reabrir. López Obrador sale, saca su peine del bolso trasero del pantalón y se apresta a salir del aeropuerto donde lo espera una multitud con folders en mano.
Entre personal de seguridad, la prensa local intenta abrirse paso para obtener una declaración del mandatario quien es benevolente en la mayoría de los casos y responde un par de preguntas. “Ya me voy porque me están esperando...”, responde casi siempre para despedirse.
Invariablemente, afuera del aeropuerto lo espera un convoy de camionetas. López Obrador sube a la que tiene la puerta abierta y en la que también sube el mandatario local en turno.
Así es volar con el presidente de México en un avión comercial.(lasillarota.com).

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