martes, 5 de marzo de 2019

ARTÍCULO CON FOTO

Sobando los aguacates
Apolinar Castrejón Marino
Cuando usted se sienta inconforme con su trabajo, porque gane poco, por que sea fastidioso, o porque sea muy pesado, solo piense que hay muchos trabajos peores, como agarrarle “sus cosas” a otro hombre (¿?).
Así es, “El Vaticano”, considerada la institución suprema del catolicismo, también es causante de los más grandes atropellos a la dignidad. Ahí se creó un puesto, que consistía en que un hombre debía hurgar bajo la ropa del Papa, buscando eso que los hombres tienen entre sus piernas.
Se llamaba Palpati a este empleado, y realizaba su trabajo ante la presencia de los cardenales. Según los resultados de su exploración,  decía en voz alta para que todos lo escucharan: “Duos habet et bene pendentes” (Tiene dos y cuelgan bien), en clara referencia a los testículos que tenía entre sus manos.
¿Qué le parece a usted más terrible, la Inquisición, las cruzadas, la cacería de brujas, el martirio de los primeros cristianos, o agarrarle las canicas al Papa?
Para completar la parafernalia, del tocamiento de las bolas papales, los cardenales gritaban aliviados “¡Deo Gratias!” (¡Gracias a Dios!). Y gracias a Dios, ningún Papa resultó monórquido –con un solo testículo– ya que eso no estaba contempl
ado en las reglas del Vaticano.
Pero como desde que se inventaron las excusas, se acabaron los culpables, la iglesia romana ha declarado que esa medida fue necesaria para comprobar que el Papa era hombre, y evitar que llegara a ocupar ese puesto una mujer (¿?).
Resulta que la historia no oficial de la iglesia, reconoce que hubo una mujer que se hizo pasar por hombre, y llegó a ocupar el puesto más codiciado en El Vaticano.
Desde luego que esta historia resulta por demás extraña e increíble, pero en el Museo Vaticano se encuentra la sedia stercoraria, expuesta al público, y también hay una pintura del Papa Inocencio X, siendo “explorado” a través del agujero de ese trono especial, al recibir el papado en el año 1644,  para perplejidad de los visitantes.
La agencia de publicidad Wikicommons, desde hace años colocó en Internet una imagen del Palpati metiendo su mano bajo el asiento del Papa. Y en la serie ‘Los Borgia, protagonizada por Jeremy Irnos, se hizo una recreación de la prueba de masculinidad del Papa.
Acerca de la mujer que se disfrazó de hombre para llegar a ser Papa, se sabe que se llamó Juana, que nació en Ingelheim am Rhein, cerca de Maguncia, el año 822, y era hija de un monje de nombre Gerbert, quien era uno de los predicadores encargados de difundir el Evangelio entre las antiguas tribus germanas.
Juana, creció en un ambiente de religiosidad y erudición, y con el apoyo de su madre y a escondidas, pudo estudiar, lo cual estaba vedado a las mujeres. Estudió griego, lo cual le valió para conseguir un puesto como copista. Desde entonces se hizo pasar por hombre, con el nombre de Johannes Anglicus (Juan el Inglés).
En 848 se trasladó a Roma, donde obtuvo un puesto docente. Llamó mucho la atención por ser joven y erudita, y pronto fue presentada al papa León IV, y él le dio un puesto de secretaria para los asuntos internacionales.
En su nueva situación, Juana pudo viajar de monasterio en monasterio y relacionarse con grandes personajes. Visitó Constantinopla, en donde conoció a la emperatriz Teodora. Viajó a Atenas, para conocer la medicina del rabino Isaac Israelí, y luego se trasladó al  reino de los francos, a la corte del rey Carlos el Calvo.
A la muerte del papa, que había sido su protector, y con el apoyo de todos sus conocidos poderosos, Juana se hizo elegir su sucesora, con el nombre de Benedicto III. La papisa Juana, mantenía un romance en secreto con el embajador Lamberto de Sajonia, y resultó embarazada, lo cual delató su condición de mujer.
Según Jean de Mailly, Juana fue lapidada por un gentío enfurecido que reclamaba la mentira de hacerse pasar por hombre, y haber profanado la silla papal.
La ceremonia de la comprobación viril del Papa fue suprimida por Adriano VI en 1522, después de comprobar que 114 Papas eran hombres, y que los Palpati habían sobado 228 testículos, durante los siete siglos que duró aquella sicalíptica costumbre.

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