CARTA ABIERTA

Parlamento Juvenil: fraude
legitimador de fechorias
A la Opinión Pública.
Por segunda ocasión de manera suspicaz he quedado fuera del Parlamento Juvenil del Estado. Esta actitud desde luego, no me sorprende; pero sí me indigna, sobre todo, porque los parámetros en que se convoca a la juventud, manejan un doble discurso; una doble moral que asquea y pervierte cualquier tipo de democracia. Hace que ensayos como este Parlamento Juvenil que se aproxi
ma, nazca muerto desde su propia gestación.
No ha sido, no es, ni será mi estilo el buscar la confrontación. Sin embargo, mi dignidad de guerrerense bien nacido, me exige no guardar mutis, ante esta infamia, que huele a un atropello, no a mi persona, sino a la propia juventud guerrerense. Porque si eso hacen con alguien que en repetidas ocasiones ha dado testimonio –y lo digo sin avasallamientos, ni altanerías-, de sus méritos académicos como oratorios ¿Qué no se hará con jóvenes de puntos geográficos lejanos y que se inscriben creyendo en la limpieza de los convocantes? 
Un agravio no es una raya más al tigre, sino un proceso de desmoronamiento donde la espada democrática tarde o temprano habrá de hacer su fatal tarea. Cortar lo inservible para que los renuevos de nuevas prácticas exterminen los abusos del poder.
Agradezco a los que siempre han creído en mí y en la visión que tengo del mundo y de las cosas. Agradezco incluso hasta aquellos que desde lo oscuro de su rencor y su envidia, no logran ver, que al traicionar a las instituciones, el hombre de poder, se acaba destruyendo a sí mismo. Gracias porque Ustedes sin querer se han convertido en ejemplos de lo que nunca debe hacerse, porque nos denigramos como seres humanos y son muestra de la bestialización y atropello que la sociedad contemporánea no quiere, ni puede soportar.
Mi exclusión, no fue un perdida, sino una experiencia que deja hondos aprendizajes, no solo en lo personal, sino un asombro en lo colectivo y como decía un connotado literato “Cualquier parecido con la realidad, no será nunca más una coincidencia, sino una vergüenza, que nunca más debería repetirse”.
Ante la infamia, la indignidad es brazo enseñante y no un silencio de complicidad.
Lo lamentable es que instituciones que debieran ser espejos de rectitud, se convierten en pozos pestilentes de podredumbre y corrupción.
Ya lo decía Díaz Mirón “Hay aves que cruzan el pantano y no se manchan… ¡Mi plumaje es de esos!
Respetuosamente.
MIGUEL ANGEL ZAMORA TORNEZ
 Estudiante de Derecho.

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