viernes, 17 de mayo de 2019

ARTÍCULO

Honrar a la madre
César González Guerrero
Con todo el aprecio maternal a las Madres del mundo, de México, Guerrero, Costa Chica y Copala. ¡¡Muchas felicidades!!
Antes y después de la euforia consumista con motivo de la celebración reciente del “Día de las Madres”, vale la pena reflexionar la importancia de la Madre, como ser humano y como parte fundamental de la sociedad en general. Es pertinente aclarar que sí estamos a favor de esta celebración que no solo debe ser en esta fecha del 10 de mayo, sino todos los días hasta la eternidad.
Independientemente del polémico festejo, como otros más, se requiere de una sensibilidad hum
ana para comprender que en el núcleo familiar, la Madre es todo. No se puede comparar con nada. Por supuesto para quienes somos creyentes, y desde mi punto de vista muy personal y respetando otras opiniones, después de Dios como obra divina, está la Madre.
Lo anterior no significa que el resto de los seres humanos como abuelos, padres, hermanos, hijos, parientes y amistades sean minimizados; todos tienen su lugar y su importancia. Y en su momento son determinantes en cada acción que se realiza. De tal manera que en esta ocasión se pretende valorar las cualidades y características de la Madre como género y motor de la familia.
Para empezar si bien es cierto que para ser Madre se requiere de un Padre, también es muy cierto que en la realidad se observa que existe un gran porcentaje de mujeres que, por diversas circunstancias, juegan el doble papel de ser Padre y Madre. No es el momento para analizar las causas pero si es necesario reconocer que las estadísticas así lo manifiestan. Sobre todo en la época actual la tendencia incrementa el número de madres solteras, de tal manera que las cifras nos dicen que 33 de cada 100 mujeres de entre 15 y 54 años son solteras y tienen al menos un hijo a su cargo. Desde luego asumen la enorme responsabilidad de trabajar para sostener al hijo o hijos.
Para el resto de las madres del campo y la ciudad, aproximadamente el 67 por ciento o sea más o menos 70 millones de madres, a pesar de contar con el respaldo de su pareja, presentan otras difíciles circunstancias, que como parte de la Población Económicamente Activa también es una exigencia trabajar.
En el caso de la Madre del área rural, por la experiencia de nuestra Madre y de varias que seguramente coincidirán con nosotros, la situación es muy compleja; simplemente por el hecho de la marginación social, la Madre carece de varias cuestiones que van desde la falta de dinero, salud, educación, alimentación y vestido, hasta los “lujos” de la diversión y comodidades que se ofrecen en las zonas urbanas. Esto sin contar los maltratos de la pareja y otras situaciones que hacen la vida imposible a la Madre campesina.
Solo para ejemplificar, recuerdo como en nuestra infancia veía a mi Madre Cohinta Guerrero Aparicio, y por supuesto la mayoría de las madres del campo, sufría para poder apoyar a mi Padre Santa Cruz González Cortes (ambos ya fallecidos), en la gran responsabilidad de salir adelante con sus 4 hijos (Javier, Delta, Yolanda y su servidor). Afortunadamente como pequeños hijos menores de 6 años también teníamos que hacer un esfuerzo para contribuir mínimamente a la economía familiar. Y así logramos llegar. Sin duda, muchos de mis lectores así se forjaron.
En muchas ocasiones mi Madre sentada en el patio, la cocina, sala o corredor, la veía acongojada, preocupada porque no había para comer; en las mañanas nos teníamos que conformar con una taza de café con un poco de sabor y color que se le denominaba “agua chirria”; quizá a veces una “memela” (hoy tortilla)“embarrada” con “chile Machucau” y si bien nos iba con un poco de frijol “apozonque”.
A pesar de las carencias mi Madre jamás se doblegó  tampoco se desesperó; que yo recuerde no recibimos castigos, maltratos y regaños traumatizantes; al contrario vivimos en un ambiente de armonía familiar que cuando cometíamos algún error involuntario sus llamadas de atención fueron siempre dentro de lo normal. Claro que no nos escapamos de algún “cintillazo”, “bejucazo”, y “palmada”, al ritmo de la clásica e inolvidable frase de: “... te lo dije…”. Pero eso lo tomamos como algo anecdótico y de buen humor, jamás con rencor o coraje. Fue como parte de la cultura educativa de nuestro tiempo. De la buena educación. Por supuesto la Madre también fue, es y será una Maestra.
En el caso de mi Madre y tal vez de muchas Madres de la época de los sesentas, y posiblemente hasta estas fechas,  sobrevivir en la miseria y la marginación fue una gran suerte; pero aquí estamos orgullosos de nuestro origen.
En otras ocasiones mi Madre tuvo que dedicarse a la venta de carne de puerco y res en una “galera” que aparentaba ser el Mercado de Copala, ayudando a mi padre que con el mismo propósito tuvo que dedicarse al trabajo de peón y arriero, también a comprar “fiado” los animales domésticos mencionados para “engordarlos” y sacrificarlos.
Más difícil fueron los meses en que mi Padre tuvo que abandonarnos para irse de “bracero” a los Estados Unidos y quedamos a cargo de mi Madre, a la deriva sin saber qué hacer. Afortunadamente y gracias a Dios, con todo el sacrificio que después nos comentaba mi Padre, mi Madre nos guió y nos apoyó en la medida de sus posibilidades y así salimos adelante.
Por esas situaciones muy especificas y otras mas que no alcanza el espacio para comentar, podemos afirmar que la Madre es, ha sido y será, el punto de apoyo más importante de la familia. Y por ello, a pesar de la ausencia física de mi Madre y de las Madres ya fallecidas,  hoy las honramos y las seguiremos honrando como si estuvieran vivas. Esperando que quienes aun disfruten de la presencia de su querida Madre, no importando la edad ni condiciones económicas si  la valoren.  ¡¡Feliz Día de la Madre!!

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