viernes, 5 de julio de 2019

ARTÍCULO

Toma de la Bastilla 
Apolinar Castrejón Marino
El pueblo de París, en masa, se lanzó a las calles dispuesto a terminar con el absolutismo y la opresión de la monarquía del Rey era Luis XVI.
La Reyna era María Antonieta, presidía la corte francesa, en medio de los lujos más escandalosos, que compartían con el alto clero, a costa de los altos impuestos que exigían a los campesinos, obreros, y comerciantes.
La estructura social de Francia estaba organizada por sectores: El alto clero, se llamaba Primer Estado; la nobleza, era el Segundo Estado; y el pueblo (burgueses, obreros y campesinos), eran el Tercer Estado.
También existían “intelectuales”, como Montesquieu, Juan Jacobo Rousseau, Jose María Arouet Voltaire, Denis Diderot, y John Locke. El pensamiento filosófico y político de estos personajes, estaba en desacuerdo con el gobierno absolutista, con la concentración de pod
eres, y con la división de las clases sociales.
Pero el Rey, al considerarse la máxima autoridad por derecho divino, juzgaba innecesario escuchar la opinión de los representantes de la sociedad. La situación financiera y la problemática social, era cada vez más difícil: El despilfarro que se daba en la corte, la exención de impuestos que gozaban el alto clero y la nobleza, los enormes gastos para armamento y salarios del ejército.
El Ministro de Hacienda, Roberto de Turgot y luego Jacobo Necker, intentaron sanear las finanzas del reino, pero cuando los nobles se enteraron que les reducirían sus privilegios, pidieron al rey que los quitara de su puesto.
El pueblo vivía en la miseria y la insalubridad, además de padecer la injusticia, y la arbitrariedad, de los poderosos. Muchos campesinos dejaron de pagar impuestos, porque no tenían dinero, y desesperados por no tener que comer, se vieron obligados a saquear graneros, comercios, y aduanas.
El duque de Orleans -primo del Rey- con algunos nobles que simpatizaban con el Tercer Estado, divulgaron ideas democráticas, que infundieron valor al pueblo francés, quienes perdieron el temor de discutir públicamente, los problemas de la nación, y sus comentarios contra el Rey.
El intelectual y activista Gilberto Lafayette, participaba a favor de la independencia de las 13 colonias inglesas en Norteamérica, y también empezó a trabajar para la realización de una Asamblea Nacional, para buscar solución al caos.
Muy a su pesar, Luis XVI aceptó la realización de la Asamblea, pero puso como condición, que los trabajos se limitaran al problema financiero, y de ninguna manera, al cambio en el orden social. Por su parte, el Primero y Segundo Estados, exigían que sus privilegios no fueran sometidos a discusión.
El 5 de mayo de 1789 se inauguraron los trabajos de la Asamblea Nacional, y sin hacer caso de las advertencias, los delegados de las provincias, y las asambleas locales, del Tercer Estado, exigieron la promulgación de una Constitución, que estableciera las garantías individuales, y la libertad de pensamiento.
Las dificultades durante las sesiones llegaron a oídos del Rey, quien decidió  disolver la Asamblea, y ordenó que cada Estado sesionara por separado. El primero y segundo estados, abandonaron el recinto oficial, y se trasladaron a un salón de Juego de Pelota.
A pesar de esa discriminación, el Tercer Estado decidió seguir sesionando, y como representaban al 96% de la población, las decisiones que tomaran, serían válidas por mayoría representativa. El conde Mirabeau, representante del 3er Estado, lanzó un reto al Rey: “…estamos aquí por la voluntad del pueblo, y no nos hará salir ni por la fuerza de las bayonetas”.
El Rey se dio cuenta que las cosas se complicaban más de lo previsto, y decidió trasladarse con su familia, sus más cercanos, y sus guardias personales, al Palacio de Versalles.
Esto solo hizo que estallara la ira popular, y los franceses se lanzaron por la calle. El 14 de julio de 1789, los patriotas revolucionarios Camilo Desmoulins (periodista) y el Duque de Orleans, se pusieron al frente del pueblo en las calles de París. El primer manifiesto que improvisaron fue: “Libertad, Igualdad, Fraternidad, o muerte”.
Algunos gritaron exigiendo libertar para los presos políticos, y con esta consigna se dirigieron a “La Bastilla” que era la prisión del Estado, y que representaba todas las iniquidades que sufría el pueblo.
En el camino saquearon una armería, y otros se armaron con lo que podían. Al llegar a “La Bastilla”, fueron recibidos con disparos, pero la turba enfurecida no se detuvo, y arremetió contra la fortaleza, hasta que se rindió.
Los rebeldes exigieron las cabezas del gobernador de la Bastilla y del alcalde de París, que fueron colocadas en unas picas y las pasearon por la ciudad. Y fueron más allá, exigiendo la ejecución del Rey.

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