viernes, 23 de agosto de 2019

ARTÍCULO CON FOTO

La violencia femenina,
 de las mujeres

Apolinar Castrejón Marino
Los científicos sociales, interesados en saber que son y cómo surgen los misóginos, deberían venir a México, donde tenemos la oportunidad de ver, con todo detalle y “en tiempo real”, la gestación del monstruo rojo de la ira hacia las mujeres.
En Estados Unidos el feminismo se inició gracias a los buenos oficios del Lobby LGTB formado por políticos y “coyotes”, que persiguen los intereses de los plutócratas. Esos personajes, rodean y se involucran con los congresistas, a quienes ofrecen grandes sumas de dinero -y otras tentaciones- para que impulsen leyes, acordes con sus propósitos.
En el año 2010 tuvieron la intención de promover un nuevo modo de vida, que fuera más tolerante con las minorías de homosexuales y lesbianas, que se sentían rechazadas, por su preferencia sexual, y las complicaciones que conllevan. Recordemos que estudios científicos de las universidades, vincularon al sida con prácticas homose
xuales.
La puerta de entrada de estos grupos fue la bandera de la “Equidad de Género”, el reclamo de que las mujeres tengan el mismo trato y las mismas oportunidades de progreso. No tuvo mayor repercusión entre los ciudadanos estadounidenses, pero si en las comunidades latinas e hispanohablantes, quienes tienen severas restricciones de trabajo, dependiendo de su situación migratoria.
Debido a ello, el movimiento LGTB fue exportado de inmediato hacia México, en donde tuvo gran difusión a través de los medios tradicionales, la televisión, la radio y los periódicos, con el agregado de que se presentaba a la mujer, como víctima de maltrato en el hogar, en el trabajo, y en la sociedad.
Los canales de televisión “de paga”, de por si estaban infestados de conductores y presentadores amanerados, y de “artistas” de sexualidad indefinida. Y ahora, en su programación, incluyeron “reportajes” y “programas especiales”, en los cuales denunciaban la caracterización atávica del “machismo” de los hombres, y la sumisión de las mujeres.
Como era de esperarse, el movimiento encontró gran cantidad de partidarios y simpatizantes, que vieron la oportunidad soñada de desbocar sus apetitos sexuales, su personalidad reprimida, y su conciencia atormentada. La mayoría de mexicanos, ocupados en sus asuntos personales, permanecieron imperturbables.
Algunos intelectuales y escritores, trataron de alertar a la sociedad, de que ni todas las mujeres son víctimas, ni todos los hombres son violadores y asesinos de mujeres; pero nadie les hizo caso. Y el movimiento creció desmesuradamente, con la integración de abortistas, anticlericales, “ninis”, “luchadores sociales”, políticos fallidos, padres de estudiantes “desaparecidos”, estudiantes “dinosaurios”, gatos “de Angora” de los gobiernos, etc.
Grupos de choque y golpeadores profesionales, ofrecieron sus servicios al movimiento, y las manifestaciones “pacíficas” se multiplicaron en las ciudades más grandes como Monterrey, Guadalajara y Puebla. Y así llegamos a la manifestación en la ciudad de México, donde se documentó oportunamente,  el “pacifismo” de las mujeres que gritaban y hacían señales obscenas e insultantes, al público y a los reporteros.
Llegaron al vandalismo, que caracteriza a las organizaciones políticas, estudiantiles y de ninis. La televisión y las redes tecnológicas dieron cuenta de la agresión que sufrieron ciudadanos que nada tenían que ver. Y es en ese momento en que la ciudadanía de nuestro país, las clasificó como cualquieras infractoras, capaces de la peor violencia, y tan peligrosas como cualquier delincuente.
Amparadas en las leyes permisivas de cualquier forma de “protesta”, las mujeres continuarán su labor de “empoderamiento”, y protestando contra la violencia, la misoginia y los feminicidios. Algunas de ellas ya se han dado cuenta que van en sentido contrario al beneficio que buscan, pero ya no podrán detenerse, porque lo considerarán una derrota.
Y los hombres, que alguna conmiseración tenían por su situación de desigualdad -asumiendo que la haya- han empezado a ver con indolencia los casos de crueldad que presentan en la televisión. Los empresarios y comerciantes, han empezado a preferir trabajadores hombres, por sobre trabajadoras mujeres -para evitarse conflictos- y en los centros sociales y de diversión, muchos empleados evitan tratar a las mujeres.

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