jueves, 6 de febrero de 2020

ARTÍCULO CON FOTO

Decena trágica y
muerte de Madero

Apolinar Castrejón Marino
¿Y por qué decimos “Decena Trágica”? quienes no estamos versados en la historia de México podemos pensar en una decena de huevos, una decena de personas, o una decena de años, pero de ninguna manera pensamos en una decena de días.
Comenzó el 9 de febrero de 1913, y terminó el 19 de febrero, con la liquidación de la presidencia de Francisco I. Madero.
Es el episodio de la Revolución Mexicana más violento, pues la clase política alta, forma
da por los ricos, terratenientes, porfiristas y los militares, vencieron sobre el gobierno de Francisco I. Madero, cargado de problemas.
Madero traicionó a los jefes militares que lo habían acompañado a hacer la revolución, mandando a su ejército que los persiguiera y liquidara.
El domingo 9 de febrero por la mañana, Madero se dirigió hacia el Palacio Nacional, pero al llegar vio que unos disidentes comandados por el general Manuel Mondragón,  habían liberado a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, que estaban en la prisión de Lecumberri. También se habían levantado en armas, un grupo de cadetes de la Escuela Militar de Tlalpan, y la tropa del cuartel de Tacubaya. ​
Al percatarse de la situación, y ante los disparos de francotiradores, Madero se refugió en el edificio conocido como Fotografía Daguerre, y ahí recibió informes de que el Secretario de Guerra Ángel García Peña, encargado de la defensa, había sido herido en un enfrentamiento.
Entonces Madero tomó una medida que tendría consecuencias fatales: nombró Comandante Militar de la Plaza, al General Victoriano Huerta, a pesar de ser un militar de oscuros antecedentes.
El resto de la tarde, el presidente se dedicó a planear la defensa: mandó llamar a los cuerpos militares, de Tlalpan, San Juan Teotihuacán, Chalco y Toluca. Envió al edificio de La Ciudadela un grupo de guardias presidenciales al mando del mayor Emiliano López Figueroa para que pidieran la rendición de los rebeldes. Más tarde, decidió trasladarse a Cuernavaca para pedir ayuda al general Felipe Ángeles, que se encontraba combatiendo a Emiliano Zapata.
El lunes 10 el centro de la ciudad amaneció sin gente. Ningún diario,  ni transporte, y todas las tiendas cerradas.
El martes 11. “La Ciudadela”, funcionaba como depósito de armas y municiones, y se encontraba resguardado por los generales Rafael Dávila y Manuel P. Villareal. El mayor Emiliano López Figueroa pidió autorización para entrar, y cuando le franquearon el paso, hirió por la espalda al general Manuel P. Villareal.
Tomó prisionero al general Rafael Dávila, y se auto designó comandante en jefe. Más tarde, remató a Villareal en la enfermería. De esta manera, los golpistas tuvieron a su disposición 27 cañones, 8500 rifles, 100 ametralladoras, 5000 obuses y veinte millones de cartuchos.
El miércoles 12 los militares traidores dejaron escapar a los presos de la cárcel de Belén para crear mayor confusión.
El jueves 13 los combates se reiniciaron, con la salvedad de que Huerta mantenía comunicación en secreto con Félix Díaz, para fingir los ataques.
El viernes 14. Llegaron a la capital las tropas de Oaxaca, y el 29 ° Batallón, al mando del general Aureliano Blanquet para auxiliar a Madero. Pero Huerta les ordenó que permaneciera en la periferia de la ciudad de México.
El sábado 15. El ministro de Relaciones, Pedro Lascuráin y un grupo de senadores enemigos de Madero, se reunieron con él para pedirle su renuncia, al mismo tiempo que su casa familiar era incendiada para amedrentarlo.
El domingo 16 se pactó un armisticio, para que las familias salieran de sus casas para proveerse de alimentos. Aprovechando el momento de paz, un convoy de carros entró a La Ciudadela para entregar provisiones, y un comando salió para instalar sus ametralladoras, en puestos de avanzada.
Madero recibió información de estos abusos por parte de los rebeldes, y llamó a Huerta para reclamarle. Y él argumentó que era su estrategia para concentrar a los rebeldes, y luego aniquilarlos.
El Lunes 17, Gustavo Adolfo Madero —hermano del presidente— y Jesús Urueta descubrieron que Huerta era cómplice de Félix Díaz. Con pistola en mano Gustavo detuvo a Huerta, y lo llevó ante el presidente. ​ Huerta negó que hubiera una conspiración y se comprometió a someter a los rebeldes en 24 horas. A pesar de las pruebas en su contra y del dicho de su hermano, Madero lo liberó.
El martes 18, se realizó un pacto secreto con el embajador norteamericano Henry Lane Wilson, para que el Presidente Madero y el Vicepresidente Pino Suárez fueran aprehendidos, y trasladados a la penitenciaría de Lecumberri.
El miércoles 19, Madero y Pino Suárez fueron obligados a renunciar a sus cargos, y con el respaldo del embajador Wilson y del cuerpo diplomático europeo, Victoriano Huerta dirigió su primer mensaje a la nación, proclamándose  General en Jefe a cargo del Poder Ejecutivo.
Mandó poner preso a Gustavo Madero en Lecumberri, y en un tiempo récord, un “tribunal” lo condenó a muerte. Lo condujeron a otro patio de “La Ciudadela”, y en el trayecto la soldadesca, le propinó golpes, burlas y blasfemias.
Un desertor del batallón 29 de apellido Melgarejo, con su bayoneta le saco los ojos, y otro lo acuchilló en el estómago. Ciego y malherido don Gustavo, se arrastraba por el suelo pidiendo clemencia. Se les unieron varios jóvenes cadetes, para tortúralo a bofetadas, palos y cuchilladas. 20 soldados le apuntaron con sus rifles y lo ejecutaron.
Así terminó el primero gobierno “revolucionario”. Madero fue ejecutado el 22 de febrero de 1913.

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