martes, 25 de febrero de 2020

ARTÍCULO CON FOTO

Los enemigos públicos
Apolinar Castrejón Marino
¿Que tendrá que ver mi familia con tu lucha?
¿Qué tendrá que ver mi pena con tu odio?
¿Y qué tienes que ver tú conmigo?
Si yo no tengo nada que ver contigo.

Quizá usted sea partidario de la “libertad” de manifestación, y bien sabe que está “garantizado” en la constitución. Y tal vez hasta participe en las  organizaciones rojas, rosas, negras, verdes, y de todos colores.
Pero esa alegre anarquía que sufrimos todos los días por parte de “protestadores” anti gobierno, aseguran que su lucha es “pacífica”. Sin embargo, ¿Podemos considerar pacíficas esas manadas de jóvenes uniformados con sudaderas con gorro, pañuelos para cubrir el rostro, y mochilas a la espalda? Sobre todo, teniendo en cuenta que en esas mochilas llevan petard
os, bombas “molotov”, y objetos con puntas afiladas.
Poco sabe la gente de expresión corporal e impacto del vestuario, pero si saben que esos contingentes de jóvenes corpulentos, que gritan consignas retadoras; parecen poco amigables y pacíficos. Es notorio que van armados con objetos punzo cortantes y arrojadizos, convenientemente disfrazados en las astas de sus banderas y mantas.
Completan las escenas de espantismo, con sus viejas camionetas, equipadas con escandalosos equipos de sonido, desde los cuales pronuncian tal cantidad de falsedades contra el gobierno, y hasta contra la población, a quienes tachan de “mirones” y cobardes.
Cotidianamente se apoderan de las casetas de cobro de las autopistas, para “protestar” contra el gobierno y de paso, allegarse “fondos” económicos. Esas hordas de agresores, vandalizan y destruyen edificios públicos, toman por asalto las oficinas de los partidos políticos, y sitian los bancos.
Piromaníacos, golpeadores y vagos, tienen la mejor acogida entre esos grupos anti gobierno, porque aportan al “movimiento”, su falta de temor para ir a la cárcel, y su protagonismo para ser golpeados y detenidos. Y luego, son los que muestran sus caras golpeadas y magulladas ante las cámaras, con el mayor orgullo, y se llaman mártires y víctimas de la represión.
Con habilidad digna de mejor causa, los manifestantes operan en los medios de comunicación (secuestrando las estaciones de radio), para que sus protestas se conviertan en “luchas sociales”, aprovechando que la gente “se engancha” fácilmente en cualquier protesta, tratando de desahogar su propia inconformidad y coraje.
Estos anarquistas, en las calles le gritan al gobierno exigiendo democracia, justicia y “apoyos”, le reclaman corrupción e impunidad, perjuicios y violencia, y en privado parece que “se arreglan” para mantener las “protestas” bajo control. Y la gente se muestra conforme.
Y los ciudadanos estamos indefensos de esas agresiones porque con anticipación, los señores del poder, elaboraron leyes, que protegen a los violentos, leyes que prohíben que tengamos armas para defendernos.
Hasta fundaron instituciones de protección a los delincuentes, como las “comisiones” de Derechos Humanos, que funcionan con dinero de los contribuyentes, pero que se encargan de defender a los delincuentes, a pesar de que las atrocidades que cometan, sean en contra de ciudadanos indefensos.
La única solución sería que la ciudadanía se encargara de resolver por mano propia, por ejemplo un bloqueo carretero, reuniéndose varios conductores, a quitar por la fuerza a los “ayotzinapos” –que siempre realizan estas acciones–, o confrontar una marcha de feministas, con la consigna de “a ver de a como nos toca”.
Sin embargo, esto no se puede hacer, pues de inmediato se presentarían las fuerzas policiacas ¿Y a quien creé usted que someterían? ¿A las provocadoras feministas, o a los ciudadanos? Exacto, a los ciudadanos.
Y entonces, se presenta el fenómeno contradictorio de que el Estado -que es la figura legal de representación de la sociedad-, bloquea y pone límites a las fuerzas sociales. El estado que permite la violencia contra los ciudadanos, y protege a quienes agreden a la sociedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.