jueves, 28 de marzo de 2024

𝗔𝗹𝗴𝗼 𝗠á𝘀 𝗤𝘂𝗲 𝗣𝗮𝗹𝗮𝗯𝗿𝗮𝘀

 
𝙈𝙚𝙟𝙤𝙧𝙖𝙧 𝙚𝙡 𝙘𝙡𝙞𝙢𝙖 𝙖𝙣í𝙢𝙞𝙘𝙤
 
“𝘊𝘰𝘯𝘫𝘶𝘨𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘷𝘦𝘳𝘣𝘰 𝘢𝘮𝘢𝘳 𝘦𝘯 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘢𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘤𝘦𝘳 𝘥𝘪𝘢𝘳𝘪𝘰, 𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘮𝘦𝘫𝘰𝘳 𝘮𝘢𝘯𝘦𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘤𝘶𝘭𝘵𝘪𝘷𝘢𝘳 𝘭𝘢 𝘢𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘱𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦𝘳𝘦𝘳𝘴𝘦, 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘵𝘪𝘵𝘶𝘪𝘳 𝘦𝘭 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢𝘭 𝘦 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘪𝘵𝘶𝘪𝘳 𝘦𝘯 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘢 𝘴𝘢𝘷𝘪𝘢 𝘭𝘢 𝘰𝘧𝘳𝘦𝘯𝘥𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘪𝘭𝘪𝘢𝘥𝘰𝘳𝘢”. 



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Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor Español
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La miga de la Semana Santa, culmen del camino cuaresmal, tiene que hacernos repensar sobre nuestro propio pulso interior. Esto se consigue, sustentándose en silencio y sosteniéndose en soledad, bajo la contemplación mística y sobre la esperanza de quien es verdad y vida. Nuestra tarea es la de embellecer y no embobarse, la de conciliar lo irreconciliable y no poner armas sino alma, la de corregirse uno mismo como manantial de inspiración, siendo un poeta en guardia permanente, para enmendar la infusión mental a la sombra del Triduo Pascual. Tanto la referencia como el referente no pueden ser más sublimes. 
Continuamente tenemos que renovarnos y crecer espiritualmente, para movernos con mejor tono y sabio timbre; ya que, si también estamos llamados a testimoniar efectivamente el amor de nuestro Redentor, con la memoria de la Última Cena, requerimos despertar, ponernos en acción y salir de nuestro espacio insensible; para entrar en la voluntad etérea, destronando de nuestros horizontes los dramas humanos. A poco que nos adentremos en la pasión y muerte del Señor, que percibamos su calvario con el iris del resplandor, nos daremos cuenta de que, para reconducirnos, no hay mejor itinerario que ponernos al servicio de nuestros análogos.
Nos hace falta acogernos y recogernos para nuestra propia purificación interior, tener tiempo para sí e interrogarnos con la fuerza del amor divino, meditar sobre nuestros andares y la realidad de la vida humana. Conjugar el verbo amar en nuestro acontecer diario, es la mejor manera de cultivar la aspiración por quererse, para restituir el camino existencial e instituir en nuestra savia la ofrenda conciliadora. Sabiendo que el mal no tiene la última palabra, no dejemos que se nos trastoque la voluntad agraciada celeste y comprometámonos, con más valentía y entusiasmo, para que nazca un mundo más de todos y de nadie en particular. 
Fuera poderes insanos que nos desvalorizan, haciéndonos esclavos de sus mentiras, volviéndonos borregos de sus farsas. Ahí está el faro de la cruz de Cristo, para que en medio de la tempestad que nos acorrala, hallemos consuelo. Con estos sentimientos, deseo de corazón un vital y reconstituyente cambio de actitudes, lo que debe traducirse en un servicio humilde y desinteresado al prójimo. Esto nos ayudará a unir las voces, para poder salir de la incesante suma de conflictos y de las peligrosas condiciones de seguridad. Ojalá aprendamos a tomar conciencia de ello, porque es el sentido de paz, de solidaridad y generosidad, lo que nos orienta hacia una nueva comunión de luz.
Sea como fuere, la experiencia diaria nos convoca a experimentar, tras vivir con el óleo de la alegría los propios andares por aquí abajo, nuestra debilidad y que es la solidaridad fraterna, la que verdaderamente nos asiste a llevar los unos la carga de los otros. Lo importante reside, pues, en abrirse al mundo sin otro interés que el hacer familia para rehacernos. En consecuencia, quizás hemos llegado al momento crucial del “nosotros”, moradores de un mundo global. Sin embargo, continúan aumentando las distancias, con una agresividad sin pudor alguno, porque aún no hemos universalizado los derechos humanos, ni contamos con un avance de hogar común. 
Es verdad que los desafíos de nuestro orbe y de la época actual son muy fuertes. Sólo hay que revisar los datos, difundidos recientemente por Naciones Unidas. Una de cada tres personas falleció cuando huía de un conflicto. El 60% murieron ahogados y otro 70% nunca es identificado, lo que hace que las familias y las comunidades sufran con la falta de claridad sobre lo que le ocurrió a un familiar o amigo. A pesar de los pesares, este afligido contexto de ningún modo tiene que ser motivo para desfallecer, sino para abrir la dimensión del diálogo sincero y el encuentro verdadero con la cultura del abrazo como culto perenne. 
La protección hay que ponerla en práctica como jamás. Que nadie nos arrebate tampoco el derecho a la esperanza. Me refiero a la de Jesús, que es distinta a la mundana, infunde en el alma de cada cual, la certeza de que Dios conduce todo hacia el don, porque incluso hace salir del sepulcro la energía viviente y los acuerdos armónicos. Hacer memoria de este enigma central, donde el amor todo lo soporta y redime, conlleva también el compromiso de actualizarlo en el entorno concreto de nuestra existencia. Significa reconocer que la pasión de Cristo prosigue en los dramáticos acontecimientos que, por desgracia, todavía continúan mortificándonos hoy en día. Paz y bien, luego.
corcoba@telefonica.net
27 de marzo de 2024.-
#𝘝𝘰𝘵𝘢𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘪𝘦𝘯𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢𝘴🗳️

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