Presidentes y Presidentas: Una Reflexión Lingüística
En español, muchos sustantivos que designan cargos, títulos o profesiones terminan en -e, como “presidente”, “gerente” o “docente”. Estos términos no tienen una marca de género inherente, es decir, no son específicamente masculinos o femeninos, sino que su uso genérico se asocia con el masculino gramatical por convención.
El sufijo -ente, presente en “presidente”, proviene del latín -entis, que en su forma original designaba al que realiza la acción del verbo. En este caso, “presidente” proviene del latín praesidens, -entis, participio del verbo praesidere, que significa “el que preside” o “el que se sienta delante”. Así, la palabra “presidente” describe a la persona que ejerce la acción de presidir, sin importar el género de la persona en cuestión.
Desde esta perspectiva, la terminación -e en “presidente” no es una marca de género, sino una terminación neutral que podría aplicarse tanto a hombres como a mujeres. Es por esto que algunos argumentan que el término “presidenta” es una forma innecesaria o incorrecta, ya que se añade una marca de género (el sufijo -a) a una palabra que ya es neutra en cuanto al género. La idea subyacente es que no es el “femenino” el que preside, sino la persona que ejerce la función de presidir, independientemente de su género.
Por otro lado, desde un punto de vista gramatical más moderno, el uso de “presidenta” ha sido aceptado en muchos ám⁵bitos para marcar explícitamente el género femenino. Este uso responde a una evolución de la lengua que busca visibilizar a las mujeres en roles históricamente ocupados por hombres. No obstante, quienes defienden la forma “presidente” para ambos géneros argumentan que, desde la lógica morfológica y etimológica, la palabra “presidente” debería mantenerse invariable, porque lo que preside es la excelencia de la persona, no su género.
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