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Ignacio Hernรกndez Meneses
Dos torres blancas con su campanario iban apareciendo cuando las nubes se alejaban rumbo al naciente sol que se asomaba entre los verdes cerros costachiquenses.
El frio invierno de 1970 impregnaba de neblina las calles y casas de adobe de San Luis Acatlรกn. La Nochebuena reciรฉn habรญa pasado y los niรฑos estaban a la espera del paso de los Reyes Magos, bueno algunos no, porque ni magos tenรญan.
Genaro llevaba de las manos a sus dos hijas, domingo de colorida plaza. Amรฉrica, la mรกs pequeรฑa, siempre pedรญa una muรฑequita que abriera y cerrara sus ojos porque ya tenรญa una pero nunca cerraba los ojos. Soรฑaba con acurrucar una muรฑeca pero que al acostarla se durmiera y al levantarla abriera sus cristalinos ojos.
El maestro Genaro iba contento, No era para menos, iba con sus pupilas de compras. Todo mundo lo saludaba, algunos vecinos se quitaban el sombrero y le abrรญan paso al ver a quien enseรฑaba a leer y escribir, trabajo no muy comรบn en ese entonces en este pedazo de patria donde la pobreza estaba estacionada.
Por la mente del seรฑor Vรกzquez atravesaba el recuerdo de la persecuciรณn, la represiรณn y las matanzas en Guerrero. De cuando con documentos en mano, encabezรณ el movimiento estudiantil y popular que en 1960 derrocรณ al genocida gobernador Raรบl Caballero Aburto.
La adversidad lo orillรณ a tomar el camino de las armas. Vรกzquez Rojas tenรญa ya su trinchera la Asociaciรณn Cรญvica Guerrerense, que mรกs tarde se ampliรณ al plano nacional, marchando como la ACNR, su trinchera de lucha. En abril de 1968 un comando lo libera de la cรกrcel, con astucia logra salir a consulta con un dentista, lo demรกs es historia.
Su esposa, la maestra Consuelo recuerda tambiรฉn con claridad y precisiรณn los camiones de redila verde olivo donde llevaban los muertos, quien sabe cuรกntos eran, solo se le veรญan los pies, acomodados como en cajita de cerillos.
Los rumores sobre su compaรฑero de vida volaban como hojas de papel. Que encontraron una camisa ensangrentada del comandante de la ACNR, que quizรกs sus compaรฑeros se lo llevaron a esconder para que no lo mancillara el Ejรฉrcito, que traรญa pisando los talones a los guerrilleros, en su mayorรญa campesinos, en fin, habรญa muchas versiones
Pero ese fresco dรญa que el llevaba a las niรฑas al mercado, Amรฉrica le gritaba a su papรก a que mirara una muรฑeca de ojitos azules a la que presurosa, seรฑalaba con sus manitas, era esa por fรญn, la soรฑada muรฑequita que abrรญa y cerraba sus ojos.
-Papรก ¿me la podrรกn traer los Reyes Magos?
-Pues haz tu cartita, escrรญbeles…
Aunque Ame no sabรญa leer ni escribir, pero rauda y veloz, sentada en la banqueta y en una hoja de cuaderno arrastrรณ el lรกpiz y dibujรณ rayitas y palitos con puntitos.
Acto seguido, la pequeรฑa le enseรฑa la misiva a su padre, donde en voz alta dice que decรญa “Queridos Reyes Magos, la niรฑa Amรฉrica Vรกzquez Solรญs quiere una muรฑequita de ojos azules pero que los abra y los cierre…” La niรฑa estaba muy contenta, porque sentรญa que estaba a punto de cumplir se sueรฑo.
El papรก amoroso convertido en rey mago, preguntรณ a la comerciante cuanto costaba esa ilusiรณn para Ame, algo pasรณ porque compraron la despensa y la muรฑeca de ojitos azules quedรณ en la tienda colgada como piรฑata.
Al dรญa siguiente, el luchador social tenรญa que irse a una reuniรณn, pero antes de partir, tomรณ del brazo y con voz baja, le dijo a doรฑa Consuelo que tomara su pistola, “vรฉndela o empรฉรฑala y cรณmprale la muรฑeca a la niรฑa, y juguetes a Chelo y Francisco”. Sus demรกs hijos.
Con voz firme, resuelta a estar en el movimiento armado y a vivir en la clandestinidad, doรฑa Chelo le respondiรณ a Genaro, “รฉsta es tu vida, si te vas a ir no te vayas solo, llรฉvate a unos cuรกntos, no me la dejes por favor”.
Pasรณ el tiempo, despuรฉs de una matanza, la profesora se preguntaba desesperada “muerto รฉl, ¿por quรฉ los compaรฑeros no me dicen que estรก muerto?¿quรฉ le hicieron?¿a dรณnde pusieron su cuerpo?”.
Bien que se acuerda que dentro de su casa daba clases particulares a un grupo de siete niรฑos. Tenรญa la ventana abierta y con la cortina corrida, donde vio pasar por la calle a un seรฑor con sombrero de Iguala, y pensรณ que esa persona no era del rumbo, pero al rato vuelve a pasar y para salir de dudas saliรณ y le preguntรณ “¿seรฑor quรฉ calle busca?”.
-Aquรญ estรก este papelito-le dijo el viejo con la piel curtida por el sol.
-Mire, esa calle estรก a la vuelta, ahรญ busque el nรบmero- le orientรณ la maestra mientras sus alumnos asomaban sus caritas de curiosos detrรกs de las tablas de la sala, del improvisado salรณn de clases.
El forastero traรญa un morral grande con muchos papeles y periรณdicos enrollados como tacos, pero de pronto, se quitรณ el morral y lo dejรณ tirado, echรกndose a correr, se iba despidiendo moviendo sus manos como si fueran parabrisas hasta que ese campesino se hizo chiquito.
Consuelo, dentro de la casa vaciรณ la carga, temblorosa con sus manos fue sacando papeles, periรณdicos viejos, tambiรฉn unos mecates y hasta el fondo del enorme polvoriento morral de ixtle, traรญa una muรฑeca de ojitos azules que olรญa a vinil. Saliendo del bolso, abriรณ de inmediato sus ojos.
Mientras que con el fusil en la mano escribรญa parte de la historia del paรญs, Genaro Vรกzquez Rojas en sus momentos mรกs difรญciles tambiรฉn pensaba en sus hijos.
Y dejรณ a sus retoรฑos una carta muy hermosa donde les compartรญa que, “hijos no me voy por abandonarlos, pero no solo ustedes necesitan del apoyo de justicia, de paz y libertad y una patria nueva, hay cientos, miles de niรฑos que requieren de ayuda y me voy para ver quรฉ podemos hacer por ellos…”
Amรฉrica le confeccionaba ropita, baรฑaba y peinaba diariamente a su querida muรฑeca, y cada amanecer, la levantaba y la sonrisa de Amรฉrica se reflejaba en cada parpadeo de esos, de esos pizpiretos ojitos azules.
#๐๐น๐ช๐จ๐ช๐ณ๐ญ๐ฆ๐๐ญ๐ข๐ถ๐ฅ๐ช๐ข๐ค๐ถ๐ฎ๐ฑ๐ญ๐ข.
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