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Fernando Hinterholzer Diestel

Mรฉxico, tiene casi dos dรฉcadas de estar inmerso en un clima de violencia estructural, y la realidad es que no se vislumbra una salida pronta, a pesar de las acciones que han tomado, la presidenta Sheimbaum y su gabinete de seguridad. 
Las polรญticas de las administraciones pasadas han resultaron francamente insuficientes, sobre todo la del gobierno anterior. Si analizamos desde una perspectiva crรญtica, se hace urgente mirar mรกs allรก de las soluciones prรกcticas y cuestionarnos por las caracterรญsticas materiales, polรญticas y culturales que permitieron el crecimiento de estos poderes paralelos.
Mientras persistan la desigualdad, la exclusiรณn, la corrupciรณn y la impunidad como elementos constitutivos del orden social, cualquier intento de contenciรณn serรก, en el mejor de los casos, un paliativo. 
Desde 2006, el paรญs atraviesa “una guerra” que lejos de impedir el crecimiento de las economรญas criminales, estas se han incrementado, a travรฉs de la violencia letal, las desapariciones y de polรญticas de seguridad erradas. Mismas que llevaron a reforzar la militarizaciรณn de la seguridad pรบblica, dicha militarizaciรณn no sรณlo fracaso en su cometido de pacificaciรณn, sino que logro profundizar las lรณgicas de violencia que atraviesan el tejido social, desdibujando los lรญmites entre el Estado y los actores criminales en amplias regiones del paรญs.
Nuestra naciรณn se encuentra ahora ante un problema que se vincula de manera directa al concepto mismo de Estado-naciรณn. La violencia acontecida en las รบltimas semanas y dรญas, con mรกs masacres y crueldades, no es solamente un reto a la seguridad pรบblica: es un aviso de alerta sobre la grave crisis de soberanรญa interna, sobre la incompetencia de las instituciones para asegurar su funciรณn primigenia: la seguridad, la justicia y el orden social pรบblico.
En este entorno, es indispensable redimensionar las clases con las que se piensa en relaciรณn al poder, al control del territorio y a la legitimidad; incluso mรกs en una sociedad, en donde las estructuras del siglo XX ya no brindan respuestas eficientes para las dinรกmicas actuales. Mรฉxico enfrenta no sรณlo una crisis de violencia, sino una crisis del Estado. 
Y mientras no se considere la dimensiรณn estructural de esta macro-criminalidad, seguirรก el paรญs en un ciclo permanente de confrontaciones, estrategias fallidas y diagnรณsticos parciales. No hay crimen organizado sin Estado, porque las estructuras criminales se articulan sobre el vacรญo regulatorio, la corrupciรณn institucional y los dispositivos de control que el propio Estado despliega. 
Esta imbricaciรณn erosiona las fronteras entre legalidad e ilegalidad, consolidando un orden hรญbrido donde el poder se administra a travรฉs de la violencia y la gestiรณn informal de los mercados ilรญcitos.
La delincuencia organizada en Mรฉxico se ha convertido en un protagonista intensamente arraigado en las organizaciones sociales, polรญticas y econรณmicas de todo el paรญs. Estas estructuras actรบan con tรกcticas sofisticadas, fortaleciendo “una base social” que refrenda su presencia a travรฉs del control de dinero pรบblico y sectores estratรฉgicos, retando al Estado y desgastando tanto la democracia como el desarrollo sustentable.
 A pesar que la Estrategia Nacional de Seguridad desarrollada por la presidenta Sheinbaum, aborda aspectos clave, la gravedad del problema necesita medidas extraordinarias para desmantelar las poderosas estructuras financieras y operativas del crimen organizado y fortalecer las instituciones locales. La base social del crimen organizado se sustenta en el apoyo que logran obtener de la poblaciรณn, arraigado en la pobreza, la desigualdad y la ausencia del Estado.
En muchas regiones, especialmente las mรกs marginadas, los cรกrteles ocupan los vacรญos dejados por el gobierno, proporcionando seguridad, empleo y servicios bรกsicos, lo cual les permite ganar legitimidad e influencia dentro de las comunidades. La desigualdad econรณmica fomenta este sostรฉn social. 
En zonas con pocas oportunidades de trabajo, las actividades criminales de los cรกrteles, como la producciรณn y transporte de drogas o la extorsiรณn, representan una fuente de ingresos viable para los jรณvenes de muchas zonas controladas por el crimen organizado. Los cรกrteles remuneran mejor que la economรญa formal, y ademรกs aseguran un flujo constante de recursos a las comunidades. 
Hay que reconocer y aceptar que hay una guerra abierta en el paรญs entre los diversos grupos criminales, y en donde el gobierno estรก como un simple espectador, inertes observan la tragedia nacional, sin hacer nada. Pero cual es la razรณn de esa paralizaciรณn, no quieren y, quizรกs, no pueden con los cรกrteles de las drogas, que hace un par de semanas realizaron una demostraciรณn de capacidad de fuego, logรญstica y movilizaciรณn bรฉlica sin inmutarse por el Estado mexicano.
“En veintiocho municipios en tres estados (Michoacรกn, Guanajuato y Jalisco) se vieron bajo una lluvia de fuego y balas entre organizaciones criminales, en un teatro de operaciones bรฉlicas transfronterizo que nunca se habรญa visto en este paรญs”. 
Y luego dice Trump que Mรฉxico y su presidenta tienen miedo de combatir a los carteles criminales, y de paso no aceptan la ayuda norteamericana, que dizque por “la soberanรญa nacional”, quizรก no se hayan dado cuenta aun, que la dichosa soberanรญa esta perdida desde hace mรกs de 6 aรฑos. 
Y no aceptan en realidad, por la complicidad implรญcita de varios polรญticos connotados de la 4T, comenzando por el seรฑor de Palenque, con los grandes capos de los carteles.
 No entendemos porque en todo este tiempo, con todo lo que han hecho Harfuch y las Fuerzas Armadas, despuรฉs del decomiso de barcos de Huachicol, no hayan aparecido ni un personaje polรญtico de algรบn nivel involucrado en estas tramas ni una sola denuncia penal ni una investigaciรณn seria.
Las plรกticas entre Trump y la Dra. Sheinbaum han sido respetuosas, pero con tambiรฉn con un grado de rispidez. En cada llamada, el presidente estadounidense elogia a la presidenta mexicana, para despuรฉs vapulear a Mรฉxico y esgrimir que la presidenta y su gobierno le tienen “mucho miedo” a los grupos criminales. 
Por supuesto, que las verdaderas intenciones detrรกs de ese tipo de declaraciones estรก la “perversa intenciรณn” de Estados Unidos de enviar a sus “cuerpos de elite” para exterminar a los grupos criminales en el territorio nacional. Ademรกs, es de dominio pรบblico, que, con la informaciรณn de la DEA, como arma secreta de Estados Unido y “las pruebas de colusiรณn y corrupciรณn de polรญticos mexicanos y funcionarios en activo”, algunos del movimiento denominado como la Cuarta Transformaciรณn, presuntamente relacionados con las organizaciones criminales podrรญan ser extraditados para ser juzgadas por las Cortes estadounidenses. Si el gobierno de Trump logra comprobar esos vรญnculos, serรก mรกs difรญcil para el gobierno mexicano sostener la narrativa de la soberanรญa nacional frente a la propuesta de “apoyo” militar. ES CUANTO
๐˜ผ๐˜ฟ๐˜ฟ๐™€๐™‰๐˜ฟ๐™๐™ˆ: Trump no esconde sus intenciones: quiere soldados estadunidenses en territorio nacional para combatir a los cรกrteles. Y, aunque la respuesta oficial diga que no hay permiso para ello, ya hay indicios que confirman su presencia —armada, equipada y con tecnologรญa de inteligencia, ya se manifiesta en varios estados del paรญs escondidos como asesorรญa militar y cooperaciรณn. Barcos, drones y aviones estadunidenses sobrevuelan territorios clave, es vigilancia antidrogas, escaneando ondas de radio y mapeando movimientos, incluso, operaciones encubiertas “de inteligencia” que ya estarรญan en curso. Pese a los avances en el combate al crimen, Mรฉxico no ha logrado romper el tema mรกs peligroso: las redes de protecciรณn polรญtica al narcotrรกfico. 
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