La mujer loba acecha Noche de plenilunio en el paraíso terrenal incógnitas voces, cantan de lascivia su carnal delirio. Orgía de luz, fría y gélida, luna de metal, testigo impúdico de nocturnal secreto. Y nacida bajo la luz de la luna, diáfana, alevosa y silente, la mujer loba, acecha, feroz y soñadora como es. Crece la noche sin bruma, sin peligro, sin calor y ella, rasga el silencio con su aullido, como preámbulo seductor. Y cruje bajo el sigilo de su garra el monte semioscuro y lejano. La mujer loba, avanza, facciosa, misteriosa, inquieta de vehemencia, dueña de la comarca que la vió nacer. Y entre la manada distingue al ejemplar macho que llevará hasta su hondonada, anhelante de su clímax. Nace el amor e indiciada ya en el juego erótico, saborea en sus fauces, la saliva de su lujuria. Arde el Edén, arde la fé, arde temperamental como es y sucumbe junto a él, al calor del acto sensual y aullantes jadeos d